Robertti Gamarra

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lunes, 21 de abril de 2014

Volverse rico de una sentada

Ser realista es el único camino al éxito.

Imagen de Bernardo Agustti, ABC Color. Paraguay
En esto días repasé las noticias sobre una campaña de búsqueda de “oro enterrado” en Paraguay que, como mínimo, me dejaron sorprendido. No por su grandeza ni por ser extemporáneas, ya que me remontaron a unos 50 años atrás, cuando la cultura de rastrear los tesoros sepultados durante la guerra aún perduraba en ciertos lugares, sino por ilustrar la necesidad de encontrar el trayecto más corto hacia los dividendos desorbitados. Sólo así podía explicarme cómo un grupo de personas dedicaban tanto tiempo a escarbar por algo que, desde niño había creído una simple formalidad de la historia para tratar de explicar cómo habían volado las riquezas de aquel país.

Pero quizá esta realidad no sea tan intemporal como yo mismo deseaba creer. Estamos atenazados por la urgencia de sortear las barreras sociales y entrometernos en círculos más privilegiados que, hoy en día, cualquier camino hacia la abundancia inmediata adquiere una validez alucinógena, que embota los sentidos y convierte a los individuos en simple cazadores de luciérnagas. Si alguien dedicase su tiempo a explicarse razonablemente las consecuencias de esa forma de buscar la prosperidad, no emprendería tamaña maniobra o, al menos, lo haría con respetable prudencia. Eso es lo malo de no medir la ansiedad por conseguir demasiado en tan poco tiempo; si lo consigues prácticamente todos te envidiarán y te odiarán, pero si no consigues absolutamente todos te perderán el respeto.


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Pero, por desgracia para los más codiciosos, los ingresos están sumamente relacionados con el círculo donde se genera. Por eso hay empresas que anuncian sus ganancias anuales en millones y dicen haber reducido sus beneficios por debajo de lo esperado, del mismo modo hay personas que se conforman con financiar sus gastos ordinarios. La calidad de los dividendos va en función del círculo donde uno se mueve. Si alguien está acostumbrado a una barrera de ingresos de mil euros, todo lo que sea moverse por ese límite le parecerá bien; otros considerarán esa cantidad del todo insuficiente hasta para levantarse de la cama. Así que la equivalencia de los ingresos nunca es uniforme. Quien trabaja por un sueldo fijo maneja un valor determinado, el que ingresa variables otro y así hasta un sinfín de escenarios posibles.

Por otro lado, también es habitual encontrarse con innumerables emprendedores que se arruinan planteando iniciativas por encima de sus capacidades o escogiendo localizaciones donde las ofertas y las demandas son inconciliables. “Voy a poner en marcha algo con el que volverme rico muy rápido”, me dijo alguien una vez. Me costó creerle, pero percibí tanta seriedad en su mirada que no evité sonreírle su falsa pretensión. No existen las iniciativas milagrosas, ni los negocios definitivos, ni personas inigualables. Aunque estoy de acuerdo con Emilio Duró cuando dice que “hay gente que pone un negocio y triunfa, y hay gente que ponga lo que ponga lo hunde”, no puedo alentar a nadie a creer que tiene la idea perfecta para volverse rico de una sentada. Ni propongo a nadie clavar los codos en las mesas de juegos o apostar todos sus recursos en inversiones inverosímiles.

Desde siempre me he convencido de que la forma de estimular una actividad es creyendo en ella, asumiendo una compenetración invulnerable entre hombre y acción. Para mí esa es la forma de conseguir grandes objetivos. Porque de lo contrario, la actividad se debilita por su propia indefinición, por falta de compromiso para asumir los riesgos que conlleva. Es impensable suponer que una persona apática hacia lo que hace vaya a asumir un protagonismo mayor de lo meramente formal. Sin embargo, cuando existe un vínculo y un compromiso con lo que se está haciendo, ya sea por su viabilidad o porque sea razonable emprenderlo, todo es posible. Y si ese compromiso se fundamenta en la realidad, en la razón, es improbable entregarse a una conjetura para volverse rico de un solo empujón. Eso no existe. 

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