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miércoles, 13 de agosto de 2014

Cuánto cuestan las cosas

Cuánto cuestan las cosas
La realidad económica de esta sociedad nos proporciona infinidad de privilegios personales, del mismo modo que nos priva de incalculables pequeñas cosas que valoradas en proporción a lo que nos entrega, podemos concluir que salimos perdiendo como personas. Estamos hablando de la educación, no ese proceso formal de los centros de enseñanza, sino actuar dentro de los límites individuales; hablamos de respeto, y sobre todo, de la facultad para medir el valor de las cosas. Muchas veces no somos capaces de saber cuánto cuestan las cosas.

El valor de algo no se mide por la cuantía económica o en relación al poder adquisitivo de la persona que lo compra, sino en función a su valor-rendimiento. Cuántas veces no hemos estado ante un escaparate y hemos visto un artículo que nos gustaba, pero mirando la capacidad que teníamos para comprarlo hemos considerado demasiado caro. Ese tipo de valoración no se basa en si el producto es realmente caro o no, sino en la posibilidad personal para adquirirlo, ya que si consideramos la composición, la calidad del diseño, etc., seguramente el artículo tiene un precio proporcional a su valor real en el mercado.

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Por lo tanto, tendemos a calcular el valor de las cosas por la capacidad que tenemos para comprarlas. Agrupamos los elementos con los que interactuamos según nuestra percepción personal y perdemos de vista lo que cuesta conseguirlos, y lo que valen en el mercado.

Entonces ¿cuánto vale el conocimiento? Conocer un procedimiento tiene el mismo valor para todos, pero no así la realidad de cada persona, ni la forma de llegar a ese conocimiento o el modo de emplearlo. En este caso no debemos considerar lo que vale sino lo que cuesta conseguirlo. O mejor dicho, ¿por qué creemos que alguien tiene más valor si tiene los mismos conocimientos que nosotros? ¿Porque le ha sacado mejor partido, porque ha actuado mejor que nosotros utilizando las mismas herramientas?

¿Cuánto vale la experiencia?, que es la combinación del esfuerzo personal con el tiempo empleado en dominar las tareas. Naturalmente, en este apartado existen personas más o menos experimentadas, pero si establecemos nuestro campo de análisis en un terreno donde todos tienen la misma carga de experiencia, ¿por qué algunos se consideran más valiosos que otros? ¿Porque le ha costado más llegar allí o, simplemente, se creen que valen más que nadie? Es decir, en este último caso la valoración proviene de una fantasía personal. 

Lo que me ofreces no vale nada, me dijo una vez alguien a quien le presenté mi producto. ¡No vale nada! Pero ¿en proporción a qué? ¿Porque su necesidad es mayor de lo que puede solventar mi producto?, O ¿por su posición social, su influencia económica? Por desgracia, hoy día nos atribuimos la autoridad de decidir si una persona o su profesión o su producto personal, vale o no vale nada, sin medir el esfuerzo por conseguir aquel producto, que puede haber sido descomunal, nos valga a nosotros o no en ese momento. Esa es la valoración que se debería hacer.

Entender que el producto o la persona no agregan valor añadido a lo que buscamos, es lo más razonable, porque eso no significa que no sea de enorme valor en otro sector, momento o circunstancia. Es decir, carecemos de la capacidad de analizar los hechos y los elementos en su debido terreno.

Visto así, ¿por qué el trabajo de unos vale más que el de otros?, o ¿Por qué algunos respetan menos la profesión de otros aunque estén los dos en el mismo sector? ¿Si alguien ha estudiado más tiempo, gastado más dinero y esfuerzo en conseguir lo que tiene profesionalmente, vale más o menos en proporción a nosotros, si desarrollamos las mismas tareas? Seguramente, si todo se desarrollase de forma proporcionada, esa persona debería tomar las decisiones más críticas, por su experiencia y conocimiento.

Volviendo al principio, vemos que a la hora de dar valor a las cosas, entra en juego la persona y la capacidad para interpretar los conceptos sociales. Por desgracia, esta manera de ver los elementos nos impide valorar las pequeñas cosas que nos rodean, que a simple vista parecen carecer de valor, lo cual es un gran error.

imagen: @morguefile
 
 
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