@morguefile |
En estos días me invitaron a una reunión informal
donde se debatían las dinámicas de selección de personal en la actualidad. No
resultó ningún documento escrito de aquella reunión, pero si pudimos establecer
una base conceptual que describe cómo se están manejando hoy en día los
responsables de recursos humanos. Me sorprendieron dos cosas en aquella
reunión, por un lado enterarme que algunas empresas gestores de bases de datos
de candidatos para diversas áreas de trabajo, estén llamando a las personas que se encuentran en el paro, ofreciéndoles puestos vacantes de incorporación inmediata; sin embargo
las entrevistas sólo son estrategias para aumentar su base de datos. Esto me
pareció impresentable. La segunda cuestión tiene que ver con el argumento que
me toco defender en aquella reunión y que versa sobre la importancia o no de la
apariencia de las personas en una
entrevista de trabajo.
Este es un concepto que en el mundo laboral tiene
gran significado. Cuando hablamos de la apariencia
de las personas, inmediatamente acude a nosotros la idea de alguien que intenta
aparentar lo que no es, o el aspecto físico de un individuo que genera
infinidad de preguntas sobre su contenido intelectual o su nivel de formación.
@morguefile |
Por la diversidad de interpretación que se le puede
dar a este concepto, no soy partidario de definir un puesto de trabajo por la apariencia del candidato. He asistido a
entrevistas donde a muchos candidatos se les rechazaba simplemente porque
llevaban un piercing o un tatuaje, sin valorar el caudal de su
capacidad o la formación que atesoraban. Sin embargo, como resultado de este
encuentro informal, recomiendo a
aquellas personas que van a optar por un puesto de trabajo, sobre todo porque
nunca sabemos lo que nos vamos a encontrar al otro lado de la mesa de
entrevista, que se presenten decentemente vestidas. Siempre será mejor tranquilizar con la apariencia que
perder la oportunidad de ser tenido en cuenta por la ropa que se lleva, por el
aroma que se despide o por los metales que complementan la imagen exterior. Alguien
ya lo dijo una vez: para ser la mujer del
César, además de serla, hay que parecerla.
Una señora compartió conmigo una vez su ley de vida:
para conseguir algo lo debes desear con
todas las fuerzas y lo lograrás. A simple vista parece el paradigma de la
sencillez, y bien analizada es la ley que rige la vida de las personas. Pero,
¿cuanto hay de verdad en esto? Partimos de la premisa de que no estamos en un
mundo de superhéroes donde con la voluntad podríamos ser capaces de cambiar el
signo de las cosas. Por lo tanto, aún cuando la frase encierra una gran verdad,
porque prácticamente nadie se mueve de su sitio si no es porque tiene interés
en conseguir algo, con más o menos perseverancia, ese proceso de llegar al fin
debe estar acompañado por algo más que la voluntad. Es imposible conseguir nada
desde la pasividad, lo cual determina que si deseamos alcanzar algo, debemos
aportar elementos constructivos para lograrlo. Y si ese valor añadido es la apariencia, pues habrá que hacerle caso.
Muchas veces estamos tan ansiosos por afrontar el
momento de la oportunidad, que perdemos de vista los elementos que conforman eléxito o, al menos, los componentes que pueden permitir convertir esa
oportunidad en un camino al éxito. La mayor parte de la vida nos dedicamos a
tareas que no son de nuestro agrado o que nunca hemos deseado para nosotros,
pero lo hacemos por necesidad, por imposición o por compromiso. Por eso es
importante establecer la estrategia partiendo de nuestras propias inquietudes y deseos, pero sin olvidar lo que dicta el mercado en cada instante. Si para no
desaprovechar la ocasión de incorporarse al puesto de trabajo que hemos deseado
toda la vida o para llevar adelante nuestra propuesta, hemos de desprendernos de
nuestras extravagancias, no quedará más remedio que hacerlo. Por desgracia,
este no es un momento para renunciar a nada por mantener nuestros caprichos.
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