¿Cuánto de los agradecimientos que recibimos es verdadero?
“Estoy
sumamente feliz; todo ha salido bien”, palabras elocuentes de alguien que acaba de abrir
su negocio propio. Se veía en ella la euforia de concebir una idea y llevarla a
cabo.
Fuimos muchos los que asistimos al acto de apertura. Al finalizar y ser
apabullada por besos y abrazos, le llegaba a la nueva empresaria un segundo
momento de euforia, justo cuando su propuesta cosechaba la absoluta aceptación
de su público objetivo. Fue el momento de verificar el valor de la gratitud.
@morguefile |
Es natural entusiasmarse con un proyecto al observar el elevado interés de sus posibles usuarios.
Si eso ocurre, el emprendedor cosecha una euforia extraordinaria por haber posicionado su propuesta en la puerta del posible éxito. Lo máximo que se puede recomendar en estos casos es aprovechar ese momento de euforia en beneficio de la propia idea, porque en ese instante de tranquilidad y satisfacción se puede visualizar mejor todo el valor añadido que rodea a la iniciativa. Tampoco se trata de emborracharse del éxito inicial y perder la perspectiva de lo que se tiene entre manos, simplemente hay que disfrutar del momento y lograr que esa euforia genere nuevos recursos, nuevos elementos que la incertidumbre había estado ocultando a nuestros ojos. Así un simple resultado positivo generará un gran resultado positivo. Mi segunda recomendación sería olvidarse de los besos y abrazos, porque la mitad de esos actos no valen nada.
Si eso ocurre, el emprendedor cosecha una euforia extraordinaria por haber posicionado su propuesta en la puerta del posible éxito. Lo máximo que se puede recomendar en estos casos es aprovechar ese momento de euforia en beneficio de la propia idea, porque en ese instante de tranquilidad y satisfacción se puede visualizar mejor todo el valor añadido que rodea a la iniciativa. Tampoco se trata de emborracharse del éxito inicial y perder la perspectiva de lo que se tiene entre manos, simplemente hay que disfrutar del momento y lograr que esa euforia genere nuevos recursos, nuevos elementos que la incertidumbre había estado ocultando a nuestros ojos. Así un simple resultado positivo generará un gran resultado positivo. Mi segunda recomendación sería olvidarse de los besos y abrazos, porque la mitad de esos actos no valen nada.
Hablemos un momento de la gratitud personal o
profesional como resultado de una acción. Podría decirse que el mayor anhelo de
un creador es conseguir gratitud por su trabajo, no en términos económicos,
sino en término sentimental, personal. Percibir la completa satisfacción de la
otra persona al encontrarse con nuestra creación, genera una intensidad anímica
imposible de expresar con palabras. Es cuando bulle la gratitud; todo el mundo
se siente en la obligación de agradecernos tan digno resultado. Sin embargo, no
se puede valorar la dimensión de la propuesta basándose sólo esa recompensa
engañosa, porque la gratitud es la expresión más devaluada de nuestro tiempo.
El sistema educativo que nos ha forjado en término social, nos ha llevado a
asumir esa expresión como una obligación, cuando no debería ser así. En
realidad solo deberíamos dar las gracias por aquello que realmente lo merece,
pero con innegable sinceridad. No hace mucho una mujer me preguntó la hora. “¡Gracias!”, respondió ella cuando se lo
dije. “No, gracias a ti”, dije yo
instintivamente, como si fuese ella quien me había aportado algo, cuando el
realidad era justo al revés. Esta mecanización de la palabra conlleva la
pérdida de su valor real, porque nos han inculcado ser educados con tanta
fuerza que al final asumimos expresiones espontáneamente, cuando en realidad
conllevan un gran contenido anímico y debían generarse a partir de un
sentimiento auténtico.
@morguefile |
La gratitud es mucho más complicada en términos
comerciales o de innovación, porque las retribuciones se miden en conceptos
materiales, lo cual traslada la satisfacción hacia los elementos,
arrebatándosela a la persona. Naturalmente la relación está articulada sobre un
intercambio equitativo de necesidades, es decir, la satisfacción del que paga
se traslada del creador del producto a su propio dinero. El comprador es
infinitamente más feliz cuando consigue entregar su dinero a cambio de un
producto cuyo valor considera adecuado al desembolso realizado, en lugar de
fijarse en el propio producto o en la persona que lo ha creado.
Consiguientemente, la gratitud en el ámbito comercial nunca responde al
bienestar por acceder a un artículo creado por una persona, sino a la idea de
haber hecho un buen negocio.
Pero, a pesar de todo esto, existe un impulso de
gratitud que creará en el cliente la necesidad de repetir el mismo intercambio
con nosotros. Si conseguimos satisfacer sus necesidades materiales, volverá a
nosotros. Ese será nuestro triunfo. El resultado siempre será la consecuencia
de una acción bien ejecutada, lo cual no se puede dibujar de la nada. Así pues,
es inútil basar nuestra búsqueda en la gratitud por lo que hemos creado o
puesto en marcha, porque si realmente se lo merece, llegará, y si lo buscamos
con demasiado ahínco sólo lograremos engañarnos.
Seguir a @RoberttiGamarra
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