@morguefile |
La acción de emprender una actividad, sin lugar a
dudas, está supeditada a la capacidad de disminuir el coste, evitar los
errores, analizar los puntos muertos y cumplir con los plazos. Sin embargo,
nada de esto es posible si no se tiene en cuenta el valor del producto, a fin de
identificar los procedimientos necesarios para conseguir ese valor. La
calidad del producto presentado depende siempre de la calidad de las acciones
dispuestas.
Cuando se diseña una propuesta, en definitiva un
producto, es muy importante respetar la planificación inicial, porque el
desborde de los costes iniciales puede echar por tierra cualquier posibilidad de
éxito. Por todo esto, la planificación milimétrica posibilita aprovechar el
conocimiento anterior y la experiencia, optimizando el sistema de gestión.
Enlaces relacionados - El valor del cliente - La importancia de los contactos - La psicología y la oportunidad - Maltrato emocional del fracaso - El talento en cualquier empresa |
Lo primero es escoger bien la propuesta,
analizando todos los aspectos que interactuarán cuando llegue al mercado. Escoger
mal el producto es como escoger mal una carrera profesional, una vez se está
dentro de la dinámica de aplicación es imposible rectificar y cambiar. Por lo
tanto, es tan importante escoger bien el producto como el mercado donde actuar.
Lo siguiente es definir bien la estrategia de acercamiento al mercado, además de concretar con inteligencia los recursos, donde las acciones respondan a un coste económico razonable, sin excederse en el tiempo estimado. Un cálculo apresurado puede hacer que se salga demasiado pronto al mercado, sin que el producto esté preparado. También puede ocurrir lo contrario, saliendo demasiado tarde al mercado, cuando el producto ya ha perdido su valor.
Por todo esto es fundamental la proyección económica, ideológica y de aplicación. Nunca se puede prescindir de la planificación ni dejarla de lado pensando que se gana más tiempo actuando directamente, porque la falta de preparación dificulta la resolución de los problemas. Carecer de estrategias para afrontar las dificultades o para plantear alternativas puede llevar al producto a la destrucción.
La ejecución es una puesta en escena basada en todo lo anterior, un ejercicio real sobre el mapa diseñado desde la experiencia, los conocimientos, el análisis y la oportunidad. Si se llega al mercado en el momento justo, no hay nada que temer, porque haberlo planificado milimétricamente ofrece la posibilidad de predecir los resultados y de advertir los posibles problemas. Este contacto con los consumidores debe producirse sin titubeos ni incertidumbres, para transmitir confianza.
Por otro lado, queda el seguimiento de la evolución del producto. Analizar las posibles competencias surgidas a raíz de nuestra propuesta y asumir una flexibilidad honesta que permita adaptar los cambios a la demanda de los clientes. De ese modo se está siempre actualizado, con las inquietudes de los consumidores cubiertas. El seguimiento ayudará a reajustar los elementos que añaden valor a la propuesta, para identificar los procedimientos que son necesarios para conseguir valor, eliminar aquellos que no los son, y valorar fríamente los que son necesarios pero no añaden valor en la estructura del producto.
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Por todo esto es fundamental la proyección económica, ideológica y de aplicación. Nunca se puede prescindir de la planificación ni dejarla de lado pensando que se gana más tiempo actuando directamente, porque la falta de preparación dificulta la resolución de los problemas. Carecer de estrategias para afrontar las dificultades o para plantear alternativas puede llevar al producto a la destrucción.
La ejecución es una puesta en escena basada en todo lo anterior, un ejercicio real sobre el mapa diseñado desde la experiencia, los conocimientos, el análisis y la oportunidad. Si se llega al mercado en el momento justo, no hay nada que temer, porque haberlo planificado milimétricamente ofrece la posibilidad de predecir los resultados y de advertir los posibles problemas. Este contacto con los consumidores debe producirse sin titubeos ni incertidumbres, para transmitir confianza.
Por otro lado, queda el seguimiento de la evolución del producto. Analizar las posibles competencias surgidas a raíz de nuestra propuesta y asumir una flexibilidad honesta que permita adaptar los cambios a la demanda de los clientes. De ese modo se está siempre actualizado, con las inquietudes de los consumidores cubiertas. El seguimiento ayudará a reajustar los elementos que añaden valor a la propuesta, para identificar los procedimientos que son necesarios para conseguir valor, eliminar aquellos que no los son, y valorar fríamente los que son necesarios pero no añaden valor en la estructura del producto.
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