Hoy día las empresas tienen la necesidad de cuidar
los recursos para poder sobrevivir a los contratiempos que les puede traer el
mercado. No existe un plan estable económicamente que garantice la bonanza perpetua,
por consiguiente, carecer de un plan a largo plazo o descuidar los recursos, conlleva,
incluso durante el momento de éxito, el riesgo de perderlo todo. En definitiva,
es sensato prepararse para el futuro, porque es la llave que abre la puerta
del equilibrio.
Para que exista una estabilidad, el empresario debe seguir,
al menos, tres reglas básicas y conocer cómo llegar a ellas, como son:
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Control. Ejercer
el control en una empresa es sumamente complicado, sobre todo si este trabajo recae
en un equipo de gestión poco experimentado. Sin embargo, el fundamento del éxito
reside en el control, incluso antes de plantear una acción, porque una vez se actúa,
es mucho más difícil rectificar, resulta mucho más costoso económicamente
volver sobre los pasos. Por lo tanto, cuando se lleva un control objetivo y con
sentido común en todas las áreas, la estructura de gestión experimenta una
mayor estabilidad y adquiere una substancial capacidad para maniobrar ante las
dificultades.
Coordinación. La
coordinación abarca a todas las áreas de un emprendimiento, y consiste en organizar
los recursos para convertirlos en activos de la gestión interna. Coordinar significa
agrupar las fortalezas, mejorar los departamentos más debilitados en beneficio
de la producción, propiciando una maniobra homogénea, sin desequilibrios entre
las fuerzas de producción. Esto significa potenciar el proceso, reaprovechando la
inercia efectiva de las áreas mejor formadas en beneficio de las que van por
debajo de lo necesario.
Si la coordinación consigue armonizar los recursos,
colocando los elementos en el lugar adecuado, sacará el máximo rendimiento a las
piezas y, sobre todo, habrá conseguido establecer unas pautas de actuación capaz
de transmitir con exactitud las responsabilidades.
Crecimiento. Es la
fase final, es recoger lo sembrado. En este momento el empresario debe exigirse
serenidad, sobre todo si el flujo de la cosecha es mayor de lo previsto, porque
la excitación puede generar engaños en la percepción de posibilidades. Pensar
que ya está todo hecho es el principio de perderlo todo.
El flujo de beneficios forma parte de toda la
empresa, no es un capital autónomo cuyo usufructo esté exento de consecuencias, ya que conforma la
base del futuro, el recurso para posible contingencia. El éxito es más efímero
de lo que nos gustaría, su energía vital suele desaparecer en el peor momento,
y si el empresario no está preparado para ese trance o ha utilizado mal los
recursos en los tiempos de bonanza, se encontrará con un gran problema.
Gozar de perspectiva permite anticiparse a los
problemas futuros, desarrollar estrategias competentes para las transformaciones
o las necesidades de los momentos de carencia, asignar tareas evolutivas que no
se resientan con los cambios, y favorecer la armonía entre las tareas y sus
ejecutores, de modo que el conocimiento crezca equilibradamente y cada pieza
sepa cumplir con sus funciones.
En definitiva, crecer es aprender a sobrevivir y a
aplicar la experiencia en los elementos activos.
imagen: @morguefile
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