“Somos
tan pobres como cualquier otro”. Estas palabras son determinantes para
entender en qué punto de conciencia se encuentre la persona respecto a su
situación económica y cuándo será capaz de aceptar la pobreza que acecha
su vida.
@morguefile |
Según refiere un informe titulado La
pobreza en España y sus comunidades autónomas. 2006-2011 en España la pobreza ha crecido un 8% en los
últimos años. Tal como detalla el documento la complejidad del estado de la
pobreza se puede medir en la dificultad
de los individuos para acceder a los bienes y servicios esenciales para
garantizar una calidad de vida digna y un desarrollo personal y social
satisfactorios.
Sin embargo, no es fácil adquirir conciencia de que se ha
caído tanto que sólo queda mendigar para sobrevivir. Esto se complica aún más
si la persona ha sido un empresario con una realidad reciente de mediano éxito.
Todo esto viene al caso por la desgracia de
un conocido emprendedor quien, hasta hace poco tiempo regentaba un negocio de
barrio. Lo encontré acudiendo con su carrito en busca de las sobras de un
supermercado para poder comer. Entonces me pregunté dos cosas: ¿Por qué se ha
llegado a esto? Y ¿cuántos acabarán igual?
Se puede tejer infinidad de consideraciones intentando
explicar los pasos a seguir para no caer en la bancarrota o para no arruinarse
en la gestión de un negocio. Yo mismo he dicho mucho sobre eso, pero cuando ésta
realidad cruza ante la puerta, no existen argumentos capaces de explicar la
decadencia de la persona afectada. Todos los emprendimientos se sujetan en una
gran ilusión. Pero si las ayudan desaparecen, los compromisos de los créditos apremian,
las deudas crecen, el ataque a la base psicológica del individuo es furibundo.
Por fortuna, esta situación también está
sujeta al movimiento cíclico, cuanto más tiempo pasa más cerca está el final,
por lo cual sólo resta aguantar. Algún día saldremos de esta dinámica pesimista
y desoladora, pero hasta entonces ¿cuántas personas deben desaparecer del
ámbito empresarial? ¿Cuántos pequeños negocios deben cerrar sus puertas?
¿Cuántas ilusiones deben sucumbir en el abismo de la ruina absoluta? Nadie lo
sabe. Todos nos figuramos que crisis anteriores habrían tenido las mismas
consecuencias, pero como la que yo vivo es ésta, puedo asegurar no haber visto
jamás un fenómeno de esta naturaleza afectar tan directamente a las personas y
de forma tan rápida. Es angustioso asistir a la decadencia de familias enteras,
que hace poco tiempo eran propietarios de negocios familiares y ahora se han
quedado sin nada.
Los entendidos saben diferenciar
entre la pobreza de naturaleza económicas y la relativa al contexto educativo.
En este caso me interesa la primera, por ser la condición que se llevara por
delante a mi conocido emprendedor. El otro día me dijo alguien que ésta era una
gran oportunidad; el propio eslogan de Interés Productivo lo
dice: “en toda crisis hay oportunidades”.
Pero la crudeza del agravio de la sociedad económica con este ex empresario que
rebuscaba entre las cajas desechadas del supermercado, desató en mí mayor
sentimiento hacia la persona que cualquier teoría o explicaciones. Es tan
profundo el desconsuelo de ver caer a alguien inmerecidamente, que las palabras
sucumben, por un momento, ante los hechos. Sólo quedan lágrimas y desesperanza.
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