En esta ocasión me van a permitir un artículo que no
tiene nada que ver con el contenido que suele acostumbrarse en este espacio,
para hablar de algo que buscamos todos y pocas veces nos detenemos a mirar su
naturaleza, como es la curva de la felicidad. En estos días, hablando con mi
hijo pequeño, me formuló una pregunta que removió mis sentimientos y mi razón.
¿Eres feliz? me preguntó. Naturalmente le contesté que sí, pero me miró y dijo
¿cómo es la felicidad? Para eso no encontré una respuesta razonable ni rápida.
Es verdad que pronunciamos muchas veces al día esta palabra, incluso creemos
experimentarla continuamente, pero pocas veces nos paramos a pensar en la
dimensión de estar feliz.
¿Dónde está la curva de la felicidad completa? La
felicidad es un sentimiento que transcurre durante un tiempo. La cuestión es
saber si es más gratificante al principio, a mitad del proceso o al final. Por
lo tanto ¿es más gratificante al principio el acto de felicidad? Ese momento en
el que se desencadena el resultado que habíamos buscado o se materializa la
acción que habíamos soñado. ¿O es más gratificante en mitad del acto de
satisfacción? Un espacio de tiempo donde aún conservamos la excitación
positiva, o de lo contrario ¿es más gratificante al final? Ese instante en el
que ya se acaba la influencia de lo conseguido y se debe partir por otro estado
emocional que nos devuelva esa excitación positiva.
Enlaces relacionados
- Optimismo engañoso- El fracaso no mata - Seis pasos para triunfar - La motivación - Maltrato emocional del fracaso - Identifica tus recursos y triunfarás |
Sabemos que la felicidad es la consecuencia de haber
revertido un mal momento o por empezar uno bueno, pero en ningún caso tienen la
misma importancia. La felicidad hace a la persona, por un momento, inmune a
cualquier ataque de pesimismo, porque la energía que se alcanza con ella
descubre un mundo extraordinario donde todo parece posible.
No obstante, no debemos olvidarnos de la felicidad
engañosa, esa que deriva de ver la desgracia ajena y alegrarse como si la
acción nos beneficiara en algo. El ejercicio de visualización de la realidad
ajena no responde a un proceso personal, no es producto de un acto positivo,
sino del hecho de ver al semejante acabar fracasando como uno lo ha hecho
antes, o de ver cómo quedan atrapados en la barrera que uno mismo no ha podido
sortear hacia el objetivo personal.
Desde luego es impagable experimentar una felicidad
sana, aquella que transciende a la propia persona, que resulta de una acción
íntima a cuya finalización nadie queda herido ni sufre las consecuencias del
bienestar conseguido. Siempre hay que buscar esta felicidad, la que procede de
los actos de uno mismo.
Asimismo, hay personas que es feliz con la felicidad
de otros, lo cual es digno de admiración, porque experimentar una satisfacción
sin siquiera tener participación en la naturaleza que la genera, es una virtud
de la que muy pocos pueden presumir. En estos casos estamos participando de una
felicidad real por los actos de otros, no de una felicidad de palabras.
Por
naturaleza, todos buscamos la felicidad personal, ese momento cargado de
energía positiva que trasmite sensación de paz y gratitud personal. Por
desgracia, no existen palabras suficientemente claras para acuñar una
definición real de la felicidad, por lo que sólo nos queda disfrutarla al
máximo cuando la conseguimos y no buscarla nunca en la desgracia de otros.
imagen: @morguefile
Tweetear
Seguir a @RoberttiGamarra
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe un comentario. Solo pido moderación y respeto.