"Me acosa, pero me aguanto". Mucho hemos leído y oído sobre el acoso en el
trabajo pero, hasta que no lo padecemos, es fácil mantenerse a distancia. Aunque el acoso no tiene sexo, en el sistema de valores que rige esta sociedad, particularmente diseñado por mandos
masculinos, es más habitual encontrarnos con mujeres que son acosadas
durante el ejercicio de sus tareas remuneradas. Por desgracia, ésta no es una
realidad exclusiva de las trabajadoras, ya que los hombres también padecen el
acoso y la impertinencia mientras se desempeñan en sus compromisos laborales.
@morguefile |
En estos días, por mera cualidad, he asistido a dos
casos de acoso que afectaban a una teleoperadora y un empleado de una tienda de
ropas. La similitud del trato recibido, me permitió elaborar una lista de 5
hechos comunes descritos por ellos como si los hubiesen vivido al mismo tiempo,
en el mismo lugar y de la misma persona. Sin embargo no era así, las dos
personas afectadas ni siquiera vivían en la misma ciudad.
Por ilustrar mejor esta situación, observemos los siguientes cinco puntos.
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1. Observación indiscreta. Al parecer el momento más álgido lo vivían mientras
se cambiaban de ropa para empezar el turno o al acabarlo. Cualquiera puede
imaginarse la incomodidad al ser observado en su momento de plena intimidad. Es
difícil mantenerse pasivos en esa situación, sobre todo teniendo en cuenta que
la base de esa presencia es contractual, y no tiene nada que ver con
compromisos afectivos ni acuerdos sentimentales.
2. Exposición inapropiada. La situación inversa es tan incomoda como lo
comentado en el primer punto. Si alguien se desnuda deliberadamente ante sus
trabajadores, la decencia queda en muy mal lugar. Esa exposición inoportuna desvirtúa
los valores adquiridos con el compromiso laboral. Asistir a un escenario donde
los jefes se exponen sin tapujos, crea es un compromiso de cercanía muy
incomodo que el trabajador o la trabajadora no están acostumbrados a asumir.
3. Difícil desahogo. En los dos casos, los afectados se desahogaron con
el médico de cabecera, cuando acudieron a pedir la baja por depresión. La falta
de apoyo y, en muchos casos, de credibilidad consume la confianza de las
personas. Lo más habitual es encontrarse en un callejón donde es casi imposible
comentarlo con nadie, por el miedo a recibir una respuesta incrédula.
Lastimosamente, esta situación no tiene ningún valor para alguien que no la
padece, por lo tanto, es más fácil frivolizar sobre los hechos que prestarle atención
y ayudar.
4. Ataduras económica. La situación personal, más drástica con la crisis
actual, suele determinar el rumbo que va seguir casa individuo afectado por
esta situación. No es fácil tomar la decisión de dejar el trabajo cuando la
necesidad es acuciante y el mantenerse o no en ese puesto lo determina todo.
Lógicamente, seguir en el puesto de trabajo es exponerse a continuar con el
padecimiento, y si la persona no tiene una estructura psicológica lo
suficientemente fuerte, acabará pagando las consecuencias y el resultado puede
peor que si se marcha a tiempo.
5. El maltrato. La última parte tiene mucho que ver con la actitud de la persona
acosadora. El silencio del trabajador en términos
legales o sociales, no suele esconder su rechazo, y la persona acosadora lo
percibe y actúa en consecuencia. Al verse rechazada tensa la situación y pasa a
asumir un comportamiento
agresivo, aprovechándose de que la otra parte no puede dejar el trabajo o
no tiene capacidad para tomar mejores decisiones.
Este es un somero repaso de algunos puntos comunes
que he percibido de las dos personas acosadas en el ejercicio de sus labores.
No quiere decir que sean los únicos, ni que describan por completo la realidad
de esta lacra laboral, simplemente son los derivados de una manifestación
desconsolada e impotente.
Este artículo fue publicado en Mujeres&cia el 01/10/2013
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