Al pronunciar la palabra talento y hacer una
discriminación a partir de la capacidad de las personas, se declara indudablemente
la guerra a quienes creen que todos tenemos la misma dosis de talento.
Categóricamente, no.
Las capacidades no son comunes a todos los individuos. Y,
para tranquilizar a los mediocres que siempre se sienten aludidos nada más
pronunciarse esa palabra, he de decir que el talento no es una aptitud que
garantice nada a la persona. Por sí sólo no vale nada. Esto se ve muy bien en
el ámbito de los emprendimientos, donde muchos veces es preciso apoyar el talento con titulaciones formales.
@morguefile |
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Muchos emprendedores con talento
encuentran dificultades para formalizar sus propuestas. Una vez concebida la idea y se debe salir con ella al mercado, a veces no se
sabe cómo o no se tiene el soporte formal para
actuar. Esta fase del proceso creativo obliga a poner la propuesta a
disposición de terceras personas, quienes han de calibrar su competitividad, visibilidad, etc.
Cuando se llega a este punto, no siempre los técnicos receptores de la propuesta reparan en
el proceso de creación, cuánto tiempo ha llevado hacerlo o qué herramientas se ha
utilizado, sino en el posible resultado. La idea ahora atrae el interés de terceras
personas que acabarán comprándola, pero si se gestiona mal ese momento, puede
abocarse al completo anonimato.
Por lo tanto, hay un momento donde el talento
necesita formalizarse. Conozco a creadores que no son capaces de
acceder al mercado porque carecen de la condición formal para hacerlo. No me
estoy refiriendo al aspecto físico ni a posturas ideológicas, sino a
titulaciones formales. Esto me ha llevado a la conclusión de que una persona
innovadora tiene dos posibilidades de exponer sus ideas al mercado.
La primera. Creando un recurso capaz de manejarse por sí sólo. Esto en términos de pequeños negocios es más factible, porque no hay una necesidad acuciante de interactuar con grandes estructuras, simplemente con escoger el proveedor adecuado podría ser suficiente. Sin embargo, cuando el planteamiento está directamente relacionado con aspectos como nivel de calidad, seguimiento formal, etc., quizá no sea tan sencillo vender una idea basada en la informalidad y la única alternativa que queda es sobrevivir en un mercado secundario donde probablemente los recursos no serán suficientes ni el producto alcanzará el estatus global deseado.
La segunda. Es tan sumamente complicado acceder a un mercado formal sin la titulación adecuada, que resulta imprescindible disponer de esa categoría para postularse. Por lo tanto el segundo planteamiento está resuelto, para poner en marcha una iniciativa global, es perentorio formalizarla a través de una titulación que convalidará el trabaja informal y lo posicionará con las mejores perspectivas.
Aquí es dónde me encuentro con la gran paradoja. Estoy convencido de que los creadores son sumamente autodidactas, son almas libres y desordenadas con actitud creativa, y es de allí donde extraen los mejores resultados. En muchos casos, las personas talentosas no son capaces de someterse a los procedimientos formales, pero poseen la habilidad natural para crear los mejores recursos y encabezar las mejores innovaciones. Entonces, ¿cómo van a acceder al mercado formal? ¿Cómo van a optar a posicionar sus productos en un mercado que los escupe sin antes siquiera dejarles entrar? Me conformo con creer que la crueldad del formalismo, esa norma social que obliga a las personas a enseñarse rectas y pulcras, educadas y bien vestidas, acabará claudicando ante la informalidad creativa del individuo.
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