Apostar por empresas de utilidad social puede ser el
remedio.
@morguefile |
Hace 15 años, cuando muchos apostábamos por
embarcarnos al creciente mundo de la solidaridad, surgió una chispa que parecía
iluminar el cambio definitivo en las empresas. Se llamaba marketing social, el soplo de iniciativas sociales. Esa era una llave para entrar en las grandes
compañías y ofrecerles a vincular sus estrategias a los objetivos sociales para
presentarse ante, lo que muchos llaman sus
grupos de interés internos y externos, con un perfil más amable y más
comprometido.
De la infinidad de reuniones en las que personalmente participé, saqué entonces dos conclusiones: los responsables de autorizar ese cambio tenían interés, pero desconocían la trascendencia de la propuesta y, por otro lado, sus aportaciones para poner en marcha la materialización del concepto social en sus órganos internos eran demasiado pequeñas, apenas daban para nada. Muchos directivos tenían miedo a la propuesta. Por lo tanto las iniciativas sociales, diseñadas con un alto valor técnico, acabaron convirtiéndose en pequeñas campañas solidarias que poco o nada repercutían en los sectores sociales más necesitados.
Una década y media después, hoy nos encontramos con otro movimiento que parece marcar un cambio en la concepción social de las empresas. Ahora se llama utilidad social o empresas sociales, y por su fisionomía se le puede augurar un gran futuro. Con este sistema de negocio estoy mucho más de acuerdo, porque combina la ética con la voluntad económica. Además, no debe olvidarse que una empresa social nace con ese objetivo y no es la transformación de un esqueleto concebido para sacar grandes dividendos. Para mí es fundamental tener claro desde el primer momento lo que busca el negocio, no tiene nada que ver con la transformación de hábitos como ocurría anteriormente. Hay que reconocer la dificultad de implantar ese cambio en los empresarios. ¿Cómo hacerles entender que el dinero es sólo un medio y no un fin? Patrocinando la creación de iniciativas con ese objetivo.
De la infinidad de reuniones en las que personalmente participé, saqué entonces dos conclusiones: los responsables de autorizar ese cambio tenían interés, pero desconocían la trascendencia de la propuesta y, por otro lado, sus aportaciones para poner en marcha la materialización del concepto social en sus órganos internos eran demasiado pequeñas, apenas daban para nada. Muchos directivos tenían miedo a la propuesta. Por lo tanto las iniciativas sociales, diseñadas con un alto valor técnico, acabaron convirtiéndose en pequeñas campañas solidarias que poco o nada repercutían en los sectores sociales más necesitados.
Una década y media después, hoy nos encontramos con otro movimiento que parece marcar un cambio en la concepción social de las empresas. Ahora se llama utilidad social o empresas sociales, y por su fisionomía se le puede augurar un gran futuro. Con este sistema de negocio estoy mucho más de acuerdo, porque combina la ética con la voluntad económica. Además, no debe olvidarse que una empresa social nace con ese objetivo y no es la transformación de un esqueleto concebido para sacar grandes dividendos. Para mí es fundamental tener claro desde el primer momento lo que busca el negocio, no tiene nada que ver con la transformación de hábitos como ocurría anteriormente. Hay que reconocer la dificultad de implantar ese cambio en los empresarios. ¿Cómo hacerles entender que el dinero es sólo un medio y no un fin? Patrocinando la creación de iniciativas con ese objetivo.
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Por otro lado, el perfil de esta crisis puede ayudar
a concebir mejor este tipo de iniciativa. Hasta hace poco tiempo celebrábamos
la abundancia, como si nada fuera a pasarnos. Pero la crisis llegó de lleno. Rápidamente
hemos acudido a nuestro recurso más ponderable: buscar culpables. Les echamos
la culpa a la inmigración, al descontrol del consumo o al endeudamiento
irracional, pero sin reconocer que, a lo mejor, el modelo económico actual
necesitaba cambiar, se había agotado. Por lo tanto, ha llegado el momento de
buscar alternativas. La
crisis está a punto de marcharse, no lo digo yo, lo
dicen los expertos, pero nos queda una deuda descomunal por asumir. En síntesis,
nos hemos endeudado todavía más para deshacernos de esta crisis de las deudas. ¿Alguien
puede explicarse esto? A partir de esta realidad los recursos sociales
disminuyen, la necesidad aumenta, la demanda de ayuda crece a diario en todos
los sectores sociales. Es decir, ha llegado el momento de diseñar iniciativas
que enfoquen su competitividad, su rendimiento, sus estrategias al abrigo de un
fin social real, ya que allí está su objetivo comercial, sus clientes que, si
los deja de lado, empobrecerán tanto que dejarán de consumir. Aunque sólo fuera
por eso, en necesario el cambio.
La receta de nuestros médicos gobernantes y sus economistas es que debemos seguir un rígido tratamiento de creatividad, para crear empresas imaginativas, habilitando nuevos sistemas de recursos económicos. Y si hemos de crear algo nuevo, ¿por qué no darle un sentido social? Ya que todo parece enfocarse hacia el apoyo a los nuevos emprendimientos, a poner en manos de los emprendedores las pocas herramientas económica que existen.
Lo que realmente importa no es transformar las empresas y volverlos flexibles a los cambios, algo imposible cuando los objetivos están marcados sobre los dividendos. Si realmente queremos salir de la crisis con un perfil renovado, hemos de combinar nuestra cultura creativa con respetar el medioambiente, remunerar igual a hombres y mujeres, no explotar a sus trabajadores, crear empleo de largo plazo, etc.
Seguir a @RoberttiGamarra
La receta de nuestros médicos gobernantes y sus economistas es que debemos seguir un rígido tratamiento de creatividad, para crear empresas imaginativas, habilitando nuevos sistemas de recursos económicos. Y si hemos de crear algo nuevo, ¿por qué no darle un sentido social? Ya que todo parece enfocarse hacia el apoyo a los nuevos emprendimientos, a poner en manos de los emprendedores las pocas herramientas económica que existen.
Lo que realmente importa no es transformar las empresas y volverlos flexibles a los cambios, algo imposible cuando los objetivos están marcados sobre los dividendos. Si realmente queremos salir de la crisis con un perfil renovado, hemos de combinar nuestra cultura creativa con respetar el medioambiente, remunerar igual a hombres y mujeres, no explotar a sus trabajadores, crear empleo de largo plazo, etc.
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