jueves, 7 de noviembre de 2013

Supeditar la idea a terceros

La espera fatídica.


Supeditar la idea a terceros
@morguefile
Hoy quiero referirme, brevemente eso sí, a una situación que vive casi de forma inevitable un emprendedor en el momento de supeditar la idea a terceros. Me estoy refiriendo a depender de las decisiones externas para concretar una propuesta. Cuando el producto se supedita a la financiación externa para materializarse, el procedimiento natural es presentarlo a las posibles fuentes de financiación y esperar una contestación. En ese momento se inicia una espera que, en muchos casos, acaba matando al emprendedor, sobre todo aquellos que no tienen la capacidad para superar esa incertidumbre. 


Para muchos, estar pendiente de recibir la comunicación que nunca llega, para bien o para mal, suele resultar definitivo, ese momento suele marcar la renuncia a proponer algo propio para pasarse al desarrollo de propuestas ajenas. Así, cuando por fin se produce esa respuesta, él o ella ya ha desistido del proyecto, y el mercado pierde, probablemente, una gran oportunidad de incorporar a un nuevo emprendedor.

Entiendo la incomodidad de esa espera, yo mismo he padecido un sinfín de veces esa situación. Entregaba mi proyecto, especialmente a la administración pública, y la espera resultaba interminable. Luego descubría que todo se había debido a la pasividad del responsable de turno para tomar la decisión en un lapso de tiempo razonable. Tenía demasiados actos públicos que atender. Son los días o los meses más estresantes a los que puede someterse una persona. Estar pendiente de cualquier movimiento, a simple vista sin suficiente valor para la persona que debe tomar la decisión, es entregar toda la iniciativa a otro. Ahí es cuando se mata al emprendedor; se consume su voluntad creativa, porque no todos tienen la suficiente paciencia para tolerar la espera.

Esto me lleva a una pregunta clave ¿por qué se repite tanto esta situación? Mi conclusión es que muchos responsables de área, de ciertos organismos públicos o empresas, son incapaces de comprender la trascendencia de una iniciativa. No conciben en su justa medida el emprendimiento y todo lo reducen a la idea. Pues, no. Detrás de una propuesta, que está cogiendo polvo en su mesa, hay una persona, un futuro, una expectativa. El simple hecho de no tomar una decisión, con lo fácil que resulta decir sí o no, acaba con el emprendedor. La falta de respuesta, que a simple vista parece hasta natural, suele derivar forzosamente en una incertidumbre que consume la voluntad de seguir creando. Pero, ¿cómo sabe eso quien nunca ha creado? Y ese jefe de área seguramente nunca lo ha hecho.

      

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