miércoles, 6 de noviembre de 2013

Siempre quise ser rico en un día

ser rico en un día
@morguefile
  Un instante de locura que hemos tenido todos.
Siempre quise ser rico en un día. Este sería el epitafio perfecto para la tumba de cualquiera de nosotros, al menos de quienes vivimos en esta sociedad, donde todo se mueve al abrigo de los méritos económicos. No hay día que no escuchemos a alguien volverse rico con alguna iniciativa comercial, lo cual, inevitablemente conlleva padecer el murmullo de la muchedumbre que pretende imitar ese éxito, como si haciéndolo fuese a conseguir el mismo resultado.
El gran problema que suscita esta corriente de enaltecimiento de los que se vuelven ricos de la noche a la mañana es que, a pesar del impecable trabajo de algunos economistas por explicar los conceptos, ha creado una cultura inexacta en torno a la innovación o el emprendimiento. Esa ansia por pescar la pieza de oro, hay demasiada gente asomada al arroyo del mercado con las cañas de pescar inadecuadas, con técnicas insuficientes, sin los conocimientos oportunos. Quiero decir, pensar que uno se va volver rico con una iniciativa es tan engañoso como suponer que todos los que se proclaman innovadores lo sean.

Hace unos días participé en una discusión, con motivo de un post publicado en una de las redes sociales más conocidas, donde se hablaba del desencuentro que había entre los emprendedores y los inversores. Estaba de acuerdo con la idea general en una cosa, que la proliferación de emprendimientos de bajo nivel empobrece la calidad de algunos otros, imposibilitando su acceso al despacho de los inversores. Esa es una realidad dolorosa para un emprendedor, porque no existe un plan que facilite identificar a los emprendimientos de calidad de los de medio pelo. Y los inversores, como es comprensible, sólo buscan garantizar rentabilidad, y muchos de los que acuden a sus oficinas reclamando su atención no tienen estructura ni capacidad económica para demostrar que sus iniciativas valen lo que valen.

Creo que explicando a los emprendedores que para convertir sus ideas en realidad deben tener una mínima calidad, ayudaría a mejorar la interpretación del concepto del emprendimiento, la innovación, etc. Esto me traslada siempre al campo de la escritura, donde abundan los que dicen ser escritores pero ni siquiera tienen el conocimiento básico de la ortografía para ser considerados como tales. Sin embargo, suelo tropezar a menudo con libros o documentos editados sin esa calidad necesaria para estar en el mercado. Y muchos me reprochan mi actitud crítica diciendo que los únicos que pueden determinar qué es mejor o peor son los consumidores. Y, enredado en mi cabezonería, pienso que si a nuestro consumidor no le dejamos probar algo mejor, nunca sabrán consumir con calidad.

No existe ninguna posibilidad de volverse rico en un día, a no ser que un accidente del mercado lo haga posible. Asumir que la evolución, tanto personal, profesional o económica es sumamente sacrificada, y de largo recorrido, es el primer paso para aprender a avanzar.

      

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