Tener una idea es amenazante para los demás.
@morguefile |
Esta sociedad ha creado un escenario de valoración de las personas donde sólo se mira al mejor, pero ¿cuánto hay de verdad en eso? No siempre están en ese escenario los mejores, ni todos los mejores están allí. Abundan los creativos, innovadores, emprendedores que viven en silencio sus talentos, mientras un grupo de mejores de medio pelo se dan un festín en el banquete del reconocimiento.
¡Tengo
una idea! Lo más habitual es que todos queden expectantes ante esta frase, y
que la mayoría se prepare para echarlo abajo, para criticarlo sin hacer el más
mínimo juicio de valor. En el momento de hacer pública una idea, el sector más
hostil es el entorno más cercano, porque son los primeros en conocerla y en
opinar. Sin embargo, ese entorno es el mejor barómetro para sacar dos
conclusiones: primero, si los amigos o conocidos se ceban con lo que pergeñamos
es que la idea tiene un elevado valor, porque de lo contrario lo habrían
alentado eufóricos, convencidos del fracaso. Pero al constatar el valor que
tiene se empeñan en buscarle anomalías para impedir que fructifique. Segundo,
el resultado de esa valoración debe servir para medir la validez del grupo que
nos rodea. Si los más críticos con nuestra iniciativa son los amigos, habrá que
ver de qué tipo de ellos estamos rodeados, porque si no apoyan nuestra
iniciativa, aunque sea por compromiso, probablemente se evaporen en los
momentos críticos.
Esta
misma situación se reproduce cuando se es portador de una idea nueva ante los
posibles inversores o cuando una persona del barrio se convierte en empresario.
Las miradas de hostilidad con la iniciativa son inmediatas y, sin quererlo, la
persona recibe la carga despectiva que llevan los empresarios.
No debería ser así, pero está visto que tener una idea es crear una amenaza
para los mediocres que se creen creativos.
Le
doy un valor enorme a las iniciativas que crecen ajenos a los ojos críticos del
entorno, porque suelen mostrar el valor de la persona, quien lo ha
exteriorizado sacando todo lo mejor de sí mismo, que es al final lo importante.
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