De los errores se aprende.
@morguefile |
Cuando me presenté ante él, me recibió con todos los honores, me contó los vericuetos de su difícil ascenso político, me habló de la familia, de la situación social, de sus aspiraciones actuales, y me despidió sin escuchar la propuesta que me había conducido hasta él. “La realidad es que venía a traerte mi proyecto”, le dije cuando ya tenía la puerta entornada para despedirme. “¿Tú, un proyecto?”, se rió y no admitió siquiera una vaga introducción de mi plan.
De esta situación extraje la conclusión de qué
algunos sólo admiten ascensos o evolución de su propia carrera personal, pero nunca la
de los demás. El hecho de que la imagen que tenía éste político de mí fuera asistiéndole
en el pasado, fue determinante para impedirle concebir que yo también había
evolucionado; simplemente se limitó mantener la baja consideración hacia mí y
todo lo que me rodeaba. No me sentí especialmente afectado por su actitud, ni
ofendido por su desconsideración. Entendí que debía alejarme de él lo más lejos
que pudiera, y así fue como pocos meses después otro amigo con el que trabajé,
acogió mi propuesta con profesionalidad y honradez. A partir de ese momento, conjuntamente, pusimos
en marcha un proyecto que sirvió para crear más de 250 biblioteca públicas en
todo el mundo.
Es importante tomar lecciones de la propia
experiencia. En esta vida no existen caminos sin curvas o subidas sin bajadas. Las
dificultades de los trayectos son tan cambiantes como inevitables. Pero perder
el tiempo intentando hacerles asumir a los demás su error, es un equívoco inaceptable. Cuanto más nos empeñamos por pedir cuentas al otro, más
equivocados estamos nosotros que él mismo. Si estoy convencido de algo es que
la vida pone a la gente en su sitio. Es natural equivocarse o acertar, aunque
estemos más apegados a lo segundo que a lo primero. Y cada cual deberá asumir
las consecuencias de sus acciones. Asimismo, es del todo ineludible encontrarse
a veces en un trayecto equivocado cuando pensábamos llevar la dirección
correcta hacia nuestro destino. Las personas se equivocan porque tienen la
posibilidad de escoger, si no dispusieran de ese privilegio, habrían perdido
todo el fundamento de actuar libremente. Alguien me dijo una vez: “Ya somos
todos mayores, cada cuál sabe lo que hace”. Cierto.
Ahora bien, lo peor que puede pasarle a alguien es
no saber discernir entre lo que tiene y lo que no. ¿Cuántas personas han tenido
en sus manos la herramienta para acertar, pero no se dieron cuenta de lo que
tenían y perdieron la oportunidad de seguir el trayecto adecuado?
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