viernes, 22 de noviembre de 2013

Las fuentes de opinión

Las palabras y la credibilidad.

@morguefile
Referirse a la ingente cantidad de opiniones que pululan por todos lados a cada segundo, es una misión imposible. Es tanta la información que recibimos a diario que, muchas veces, las más importantes pasan desapercibidas a nuestro interés o nuestra valoración, sin embargo, no por ello, tienen menor influencia en nuestra realidad. Al mismo tiempo que recibimos esta lluvia de opiniones, consejos, análisis, etc., vamos formando nuestra propia idea sin mirar las fuentes de opinión. Es este el motivo que me empuja a formular algunas preguntas.


¿Existe credibilidad en ellas? Realmente es preocupante la proliferación de pequeños mesías de la crisis que nos lanzan mensajes, de todo tipo, cómo si fuesen a solucionar algo. Sin embargo, a medida que revisamos las fuentes de información, podemos darnos cuenta de que muchos son los que hablan de la crisis o de las personas que la padecen, sin siquiera tener contacto con la realidad que azota a las familias o a las personas individuales. Se erigen en portavoces de grupos de afectados con los que no tienen nada en común, acaso sólo la ciudadanía, pero nada más. Es decepcionante asistir a este mercadillo de la hipocresía, donde de la noche a la mañana surgen políticos que cayeron en desgracia en el pasado y hoy llenan el plató de las televisiones, hablando de la solución de la crisis como si ellos nunca formasen parte del problema. Pero todo se aclara a los pocos minutos, cada uno de ellos al final de sus mensajes mesiánicos aluden a sus libros o sus propuestas personales. Es todo lo que les mueve.

¿Y las palabras de los afectados? Ellos no tienen palabras. Prácticamente no existe un foro público donde pueda expresarse un emprendedor, un desahuciado, un parado de larga duración. Todos hablan de ellos, pero nadie les da una silla en ese plató donde se debate sus problemas. Una vez más he asistido en estos días a un encuentro donde se debatía la realidad de los pequeños empresarios y, ya no es casualidad, allí no había ningún pequeño empresario, pero sí los señores financiadores, empleados de banca o grandes ejecutivos que contaban sus experiencias y analizaban una realidad con la que no han tenido contacto en su vida. ¡Me habría gustado haber tenido la posibilidad de decir algo! Eso nunca es posible.

¿Es ésta la sociedad que buscamos? Yo no. Prefiero una sociedad donde todos podamos interactuar libremente, donde las iniciativas personales tengan valor y apoyo, donde los emprendedores reciban reconocimientos, donde nadie sea desahuciado de su casa ni despedido injustamente de su puesto de trabajo. Ahora diréis, este está loco, es un populista. Por suerte para mí no soy peor que las fuentes de opinión que dominan nuestros tiempos.  

      

  

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