Enséñame lo que haces y te diré lo que sabes.
@morguefile |
Ésta es una realidad que suele pasar desapercibida en el entramado de las relaciones humanas, donde, sin lugar a dudas, quienes sacan mayor rendimiento son aquellos que mejor mezclan las palabras sin contenido con los amagos de clarividencia. Sólo hay que mirar a nuestros políticos, estos predicadores sin atril que se valen de la inexactitud para intentar engañarnos minuto a minuto, articulando soliloquios cargados de distracciones lingüísticas que algunos oyentes consumen sin rechistar. Así van construyendo su tejido de acólitos, que sólo necesitan conocer una palabra del conjunto del mensaje para interpretar toda la frases en base a ella, dando por válida la información que reciben en detrimento de la legalidad, la honestidad, el bienestar.
¿Será
que ya no leemos tanto? Porque la lectura enriquece el lenguaje. Si es así,
estamos contribuyendo, como leí en un
blog, a que se cambien las reglas del
juego y se introduzcan en el sistema social otras formas de consumir,
comportarse o responder a la complejidad. En cualquier otro ámbito de la
vida ocurre lo mismo, estamos acribillados de palabreros que exhiben sus curaciones
milagrosas sin haber padecido la enfermedad. Y, por mucho que me duela, en el
mundo del emprendimiento esta realidad se agudiza, acaso llevado por la crisis,
por el perfil cultural de esta sociedad afectada de titulitis, no lo sé. Pero, es cada vez más habitual encontrarse con
profesionales excesivamente titulados que padecen la enfermedad del profeta prodigio y se niegan a admitir
comentarios o sugerencias de personas forjadas únicamente en la experiencia. Para
ellos sólo valen los títulos, sólo son concebibles proyectos formales,
tutelados por organismos representativos. En esto debo discrepar con ellos sin
remisión. Para mí, como a muchos
otros, vale tanto, si no más, la experiencia como los títulos académicos,
los conocimientos sobre el terreno como los adquiridos en los libros.
“Te conoceremos más si nos dices dónde has
estudiado, las carreras que tienes”, me dijo alguien en una ocasión. Sin
embargo, me habría conocido mejor si mirara lo que hago y cómo lo consigo.
Entendedme con cuidado, no pretendo demonizar a los profesionales extensamente
titulados ni a los emprendedores que argumentan sus propuestas en teorías
formales, simplemente miro la realidad desde otro ángulo, desde la perspectiva
de alguien que ha estado en mil batallas y que identifica el arma del enemigo
con sólo escuchar el eco del disparo.
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