La actitud es el escaparate que presenta a
la persona a los demás. Esta es una verdad indiscutible, ni el traje más caro
ni las palabras más prolijas conseguirán mejorar el perfil de un individuo si prescinde
de la actitud. Sin actitud no hay negocio.
@morguefile |
Cuando empecé a invertir en bolsa, tuve la
ingrata experiencia de tropezar con dificultades que no había previsto ni imaginado
que fuera posible encontrar. Todo empezó con el contratiempo de mi fuente de recursos, quien era la
responsable de financiar mi nueva iniciativa. Debido a su desconocimiento de
los conceptos de ese entorno de trabajo, todas mis posibilidades murieron en un
rotundo no. De buenas a primeras me
encontré sin capital, además con una fuerte oposición de parte de mi fuente para emprender esta nueva
andadura.
Teniendo en cuenta que la conducta será positiva o negativa en función del estado de ánimo, la forma ideal de alcanzar esa excelencia personal es buscando desarrollar actividades acordes a las capacidades y conocimientos de uno mismo. A esto sólo habría que añadir sentido común, planificación, oportunismo y ya habremos establecido una condición superior a la media habitual que acostumbra ponderar esta sociedad del consumo.
Teniendo en cuenta que la conducta será positiva o negativa en función del estado de ánimo, la forma ideal de alcanzar esa excelencia personal es buscando desarrollar actividades acordes a las capacidades y conocimientos de uno mismo. A esto sólo habría que añadir sentido común, planificación, oportunismo y ya habremos establecido una condición superior a la media habitual que acostumbra ponderar esta sociedad del consumo.
- El enemigo en casa - Cultivar el talento - Cuánto cuestan las cosas - Competencia sana |
Mi fuente
de recursos, aparte de privarme de conseguir la financiación necesaria, me
pidió empezar en la bolsa de valores sin invertir, para poder aprender y, por
último, recoger beneficios. Por de pronto ese planteamiento desde la austeridad
presentaba, a mi entender, varias dificultades de aplicación. Primero, era difícil
aprender sin tener contacto con posicionamientos reales del mercado, lo cual
imposibilitaba conocer los riesgos, dominar los cuadros de movimientos, las
fluctuaciones, las tendencias, etc. Para tener contacto con una posición real estaba
obligado a invertir y acceder al mercado. No se puede negar la existencia de
varias plataformas demos que podrían
sortear esta dificultad, pero si se albergaba la mínima intención de actuar de
verdad en el mercado de valores había que invertir. Por último, resultaba casi
un absurdo plantear la posibilidad de conseguir beneficios sin tener los
conocimientos adecuados sobre el funcionamiento de la bolsa, estrategias para
activar una posición o para establecer los topes, incluso para interpretar los
gráficos. Es decir, aquella decisión de mi fuente
de recursos podía entenderse como una negativa diplomática ciega, era una
forma noble de decirme que me olvidará de la bolsa como una posible fuente de
ingreso.
Lo que aprendí de las dificultades planteadas por mi fuente de recursos fue que no le había explicado con suficiente claridad mi propuesta. Mi actitud a la hora de luchar por mi objetivo había sucumbido ante la negativa inicial, cerrándome cualquier posibilidad de entusiasmo. Todo el error radicaba en eso. Había obviado su desconocimiento de los conceptos fundamentales de la bolsa de valores; por otra parte, no le había proporcionado la visión estratégica idónea para dimensionar las probabilidades de éxito.
Cuando comprendí que necesitaba emplearme con más criterio a la hora de exponer esa nueva iniciativa, resaltando las posibilidades reales de éxito, recuperé la buena actitud. Empecé defendiendo la naturaleza profesional de la tarea, porque debía evitar que los demás lo vieran como un lugar de apuestas, como un entorno donde se jugaba con el dinero. Por otro lado, presenté mi plan argumentando sobre mi propia capacidad y mi experiencia en hacer números, ya que debía convencer de que era capaz de ganar dinero en la bolsa, poseía recursos personales, podía adquirir los conocimientos necesarios y, sobre todo, gozaba de una reconocida disciplina para triunfar. Ese fue el primer paso: venderme como inversor, con actitud positiva.
Lo que aprendí de las dificultades planteadas por mi fuente de recursos fue que no le había explicado con suficiente claridad mi propuesta. Mi actitud a la hora de luchar por mi objetivo había sucumbido ante la negativa inicial, cerrándome cualquier posibilidad de entusiasmo. Todo el error radicaba en eso. Había obviado su desconocimiento de los conceptos fundamentales de la bolsa de valores; por otra parte, no le había proporcionado la visión estratégica idónea para dimensionar las probabilidades de éxito.
Cuando comprendí que necesitaba emplearme con más criterio a la hora de exponer esa nueva iniciativa, resaltando las posibilidades reales de éxito, recuperé la buena actitud. Empecé defendiendo la naturaleza profesional de la tarea, porque debía evitar que los demás lo vieran como un lugar de apuestas, como un entorno donde se jugaba con el dinero. Por otro lado, presenté mi plan argumentando sobre mi propia capacidad y mi experiencia en hacer números, ya que debía convencer de que era capaz de ganar dinero en la bolsa, poseía recursos personales, podía adquirir los conocimientos necesarios y, sobre todo, gozaba de una reconocida disciplina para triunfar. Ese fue el primer paso: venderme como inversor, con actitud positiva.
imagen: @morguefile
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