Cada vez es más evidente
que la crisis ha desfigurado el valor de muchas propuestas, ideas originales
que estaban concebidas para cambiar el concepto de aplicación en el ámbito
donde debían actuar se han quedado atrás y sus autores, emprendedores muy
valiosos, se han tenido que conformar con vivir el sueño de otros, porque
es eso lo que ocurre cuando un creador acaba desarrollando propuestas que no
son las suyas, pero debe hacerlo empujado por la necesidad económica para
sobrevivir.
“He
perdido el respeto a mi mismo”, me dijo un emprendedor que al momento de llevar su
propuesta a una ventanilla oficial y después de ser examinado por una cantidad
ingente de técnicos y consejeros acabaron diciéndole que la idea estaba bien pero que no era nada comercial.
Lo que me llevó a escribir este artículo, aunque ya lo había hecho en otra oportunidad sobre el mismo tema, es mi aprecio por el concepto respetar. De inicio nadie puede perder el respeto a sí mismo, ni a sus ideas.
Por lo cual considero importante fijarse en el alcance de esta palabra, ya que haciéndolo nos daremos cuenta de la trascendencia de la decisión que se toma a partir de interactuar con ella. En primer lugar debemos tener claro que respetar no es asumir una decisión con intransigencia, sino mantenerse dentro de unos límites razonables para no separarse de la esencia de la creación o de la propia personalidad; es defender con firmeza la idea, pero sin renunciar a posibles reajustes.
Pongamos de ejemplo a nuestro amigo emprendedor, ya que al parecer él ha renunciado a todo hasta perderse el respeto a sí mismo. Todo se originó con la presentación de una propuesta innovadora a un Director de área, al que pretendía convencer. Esta persona lo analiza en compañía de sus asesores, de sus jefes de áreas subalternos y, finalmente decide trasmitirle que “La idea está muy bien, pero no es nada comercial”. A partir de ese momento nuestro amigo asume consideraciones que le llevan a perder su propuesta. ¿Cómo es esto posible?
Lo que me llevó a escribir este artículo, aunque ya lo había hecho en otra oportunidad sobre el mismo tema, es mi aprecio por el concepto respetar. De inicio nadie puede perder el respeto a sí mismo, ni a sus ideas.
Por lo cual considero importante fijarse en el alcance de esta palabra, ya que haciéndolo nos daremos cuenta de la trascendencia de la decisión que se toma a partir de interactuar con ella. En primer lugar debemos tener claro que respetar no es asumir una decisión con intransigencia, sino mantenerse dentro de unos límites razonables para no separarse de la esencia de la creación o de la propia personalidad; es defender con firmeza la idea, pero sin renunciar a posibles reajustes.
Pongamos de ejemplo a nuestro amigo emprendedor, ya que al parecer él ha renunciado a todo hasta perderse el respeto a sí mismo. Todo se originó con la presentación de una propuesta innovadora a un Director de área, al que pretendía convencer. Esta persona lo analiza en compañía de sus asesores, de sus jefes de áreas subalternos y, finalmente decide trasmitirle que “La idea está muy bien, pero no es nada comercial”. A partir de ese momento nuestro amigo asume consideraciones que le llevan a perder su propuesta. ¿Cómo es esto posible?
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Veamos, entre las valoraciones transmitidas
a nuestro amigo por el equipo directivo y el paso que él mismo dio, transcurrieron
unas milésimas de segundos. Desde luego cabían dos posibilidades, como eran el
éxito o el fracaso. En este caso optó por la segunda, porque dominado por un
sentimiento personal y por el miedo a fracasar, le llevó al emprendedor a
centrarse casi de forma exclusiva en la frase no es nada comercial, olvidándose del resto. Al quedarse sólo en
esa definición renunció al resto de elementos de su propuesta, como la
funcionalidad, aplicación, desarrollo, etc. En esa situación la salida más
habitual suele ser renunciar por completo a la idea inicial. Sin embargo, si
nuestro amigo emprendedor hubiese trasladado su valoración a la frase La idea está muy bien, habría
comprendido que con acometer algunos ajustes de carácter local podría convertir
la propuesta en un elemento comercial sin haber trastocado ninguno de sus
conceptos básicos. Habría respetado el objetivo de la creación.
En eso radica la importancia de respetar las ideas y respetarse a uno mismo. Realmente si tuviésemos que estar constantemente renunciando a nuestro objetivo inicial en beneficio de otros, estaríamos abriendo un negocio de zapatos para luego convertirlo en librería y luego en farmacia y así hasta el infinito. Es decir, plantearíamos un galimatías de decisiones imposibles de aplicar, y todo por no respetar el plan inicial.
En eso radica la importancia de respetar las ideas y respetarse a uno mismo. Realmente si tuviésemos que estar constantemente renunciando a nuestro objetivo inicial en beneficio de otros, estaríamos abriendo un negocio de zapatos para luego convertirlo en librería y luego en farmacia y así hasta el infinito. Es decir, plantearíamos un galimatías de decisiones imposibles de aplicar, y todo por no respetar el plan inicial.
imagen: @morguefile
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