Cuando una persona se acerca a una marca o a un
producto para interactuar con la oferta, posiblemente nadie se pare a preguntar
¿por qué ocurre ese acercamiento? Naturalmente este comportamiento es habitual,
repetitivo, y resulta de enorme valor para que la empresa sobreviva en su
sector. Pero ¿sabemos por qué ocurre?, ¿qué lo motiva?, ¿cómo se produce? En
definitiva, ¿qué origina la venta?
La
suerte. Muchos entienden que en un proceso de venta tiene una influencia capital
la suerte, ya sea por haber motivado estar en ese momento en ese sitio con esa
persona que tenía interés en conseguir el producto que se ofrece. No obstante,
para analizar objetivamente este hecho, no se debe olvidar que el producto
estaba allí cuando se produjo el encuentro, por lo tanto el empresario ha
realizado un movimiento, ha realizado una propuesta, y como resultado de esa
acción ha llegado a quien la necesitaba. Puede que la suerte interviniera, pero
de no haber puesto en marcha, nada habría ocurrido.
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La
necesidad. Este es otro de los factores que juegan un papel
importante en la venta de un producto. Algunas veces el vendedor piensa que si
no hay necesidad nadie le comprará nada. Sin embargo, son incontables las
ocasiones donde un cliente acude en busca de un producto y acaba comprando
otros complementos, que en el momento de presentarse ante el vendedor no
parecía que tuviera necesidad, pero el entorno de la oferta se la ha creado.
Ese es un valor añadido fundamental en un empresario, crear la necesidad en el cliente, hacerle ver que si no la tiene en
cuenta es simplemente porque no tiene definida su necesidad. Un buen empresario
hace entender al cliente que éste es el momento de adquirir eso que le ofrece,
porque si lo hace ahora, aunque no tenga una necesidad aparente, a medio-largo
plazo el beneficio será enorme puesto que con toda seguridad lo acabará
necesitando.
La
insistencia. Muchos consideran que perseverar en un proyecto
siempre lleva al éxito. Sin embargo, se debe medir muy bien el grado de empuje
que se realiza con un posible comprador. Existen varios niveles que aceptación
de una oferta, y si el vendedor no presta atención a las preferencias del
posible cliente, perderá la oportunidad de interactuar con él. Insistir para
convencer a alguien está bien, pero presionar demasiado en el momento
inoportuno puede originar un resultado inverso a lo que se busca, y el posible
cliente acabará odiando el producto, porque quien se lo ha presentado ha
abusado de su atención y ha intentado imponerle la compra.
La
claridad. Hablar claro y conciso es la escalera que lleve al
éxito. Las palabras bien utilizadas crean confianza y la confianza anima al
consumo cuando se está delante de un producto. Aquí no importa el grado de
interés ni la capacidad del vendedor, sino la claridad de la información que
representa al producto, de modo que todos los detalles están a la vista y el
consumidor se encuentra plenamente colmado con las ventajas de esa compra, si
no en el mismo momento de hacerlo, las habrá en el futuro.
Flexibilidad. Cuando un
cliente se acerca a un producto por primera vez, ya sea motivado por el interés
o la necesidad, no podrá materializar la compra si no tiene la posibilidad de
hacerlo. Es decir, por más interés o necesidad que se tenga para comprar un
producto, si el interesado no tiene capacidad para comprarlo, no se producirá
la venta, y si se produce forzadamente, acabará fracasando. Es en este punto
donde el cliente debe encontrar la flexibilidad para hacerse con el producto.
Algunas empresas han entendido muy bien este momento y han creado diversos
sistemas de financiación, descuentos, facilidad de instalación, coste cero del
traslado, etc. Por lo tanto, comprender con quién se está tratando es
fundamental para definir cómo se concretará la venta.
Por
lo visto, una vez más todo el proceso de venta acaba en un terreno que ya hemos
visto varias veces aquí: observar al cliente, conocer su preferencia, estudiar
sus posibilidades. Es decir, lo que más importa en un negocio es el cliente y
no la propuesta.
imagen: @morguefile
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