“A esa
persona no le perdono lo que me hizo”. Esta es una frase habitual en la vida social,
aunque en esta ocasión la haya extraído del campo empresarial, ya que me lo
dijo una empresaria amiga refiriéndose a una ex trabajadora con la que había
acabado en los tribunales. Es una cuestión complicada el aprender
a perdonar, casi nadie lo hace después de sufrir una afrenta personal.
@morgfuefile |
En esta ocasión una vez más me encontré con la
interpretación equivocada de la cercanía entre el trabajador y el empresario de
la pequeña empresa. Todo suele originarse con la intención del segundo de
construir un ambiente distendido y amigable donde todos pudieran sentirse
involucrados para, al final, sacar el mayor rendimiento y aumentar los
dividendos de la empresa. No siempre es esto posible, conseguir unir la
cercanía y la productividad a veces es casi un sueño.
Por lo que me contó esta amiga empresaria, parece que una vez emprendida la marcha hacia la relación de cercanía, es habitual encontrarse con personas que intentan aprovecharse de la situación, por lo que es un verdadero error poner en sus manos informaciones sobre la intimidad de la empresa, porque cuanto más cerca esté de esa realidad, más le pierde el respeto a su trabajo y a la persona que le ha dado ese trabajo. ¿Por qué? Porque las pequeñas empresas no están libres de problemas, de estrecheces, y que un trabajador malintencionado lo sepa, no es nada bueno.
No obstante, no es sólo una cuestión de abajo hacia
arriba, de trabajador hacia la empresa, sino en la misma proporción suele
producirse de arriba hacia abajo. Esto ocurre cuando la empresa considera la
debilidad de un trabajador como una plataforma para escenificar su descaro y se
aprovecha de esa timidez para explotar a la persona, privándola de las debidas
retribuciones por sus logros. Una vez que se tiene claro esto, queda la
siguiente pregunta: ¿Por qué una cuestión contractual se convierte en algo
personal?
Por desgracia en la pequeña empresa es imposible separar la gestión de la persona, porque el empresario suele acabar:
Por lo que me contó esta amiga empresaria, parece que una vez emprendida la marcha hacia la relación de cercanía, es habitual encontrarse con personas que intentan aprovecharse de la situación, por lo que es un verdadero error poner en sus manos informaciones sobre la intimidad de la empresa, porque cuanto más cerca esté de esa realidad, más le pierde el respeto a su trabajo y a la persona que le ha dado ese trabajo. ¿Por qué? Porque las pequeñas empresas no están libres de problemas, de estrecheces, y que un trabajador malintencionado lo sepa, no es nada bueno.
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Por desgracia en la pequeña empresa es imposible separar la gestión de la persona, porque el empresario suele acabar:
Asumiendo el trabajo de sus empleados. Cuando las cosas no van tan bien y los
costes empiezan a superar a los beneficios, la primera opción, casi siempre es
asumir tareas de los trabajadores y abaratar los costes.
Actuando como sus empleados. Si el empresario comete el error de asumir los
errores de los trabajadores, muy pronto estará rodeado de problemas, porque le
costará muchos exigirles cuando él mismo no cumple con las normas de
rendimiento.
Cumpliendo como sus empleados. El comportamiento
deficiente es común en un equipo de trabajo, casi siempre hay un elemento que
no rinde como el resto, y si el empresario se sitúa al nivel de ese elemento
deficiente, quienes más cumplían hasta entonces perderán la iniciativa y
recurrirán al mínimo esfuerzo.
Una vez que los empleados ven que el jefe está en la
misma situación que ellos, algunos, no todos, empiezan a cambiar de estrategia
y practican un acercamiento nocivo, buscando aprovecharse de esa situación.
Como ya hemos dicho antes, esta disfunción normativa se produce en ambas direcciones, y en los dos casos es la consecuencia de una administración deficiente de los recursos. Nunca una empresa debe aprovecharse de la predisposición de sus empleados para pedirles mucho más de lo que deben, ni un empleado debe servirse de la cercanía de sus jefes para dejar de aportar lo que está obligado a hacer.
Al final el fracaso de una propuesta queda en el ámbito personal, donde cualquiera de las dos partes se sienten perjudicados. Así es difícil perdonarse.
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