No por insistir tanto hemos de creer la mentira.
@morguefile |
“La corrupción sumó 800 casos y casi
2.000 detenidos en una década”, titulaba el diario
El País un artículo no hace mucho. A la vista de esos datos, pareciera que
los ciudadanos hemos perdido la capacidad para interpretar la realidad, una
merma indiscutible de nuestro coeficiente intelectual. Algunos responsables
políticos, enredados en diversos casos
de corrupción y fraude social, nos acribillan con falsedades intentando que
nos las creamos y rumiemos en silencio como las reses hambrientas de alimentos.
Al menos es eso lo que se desprende de lo que nos cuentan cada día, sonriendo
como si estuviesen convencidos de verbalizar la verdad. Si consideran que nos
convencen con sus artificios sólo es posible deducir dos cosas: hemos perdido
realmente la capacidad para desentrañar sus actos y legitimamos sus mentiras
como acólitos alucinados, o ellos han perdido la decencia y ya no les importa
si les creemos o no. Seguramente sea lo segundo lo que esté sacudiendo nuestro
día a día.
Es bochornoso asistir todos los días a sus
representaciones. Actúan con completa impunidad, hacen y deshacen sin que les
cueste absolutamente nada. ¿Saben que le pasa a una persona normal cuando se
equivoca y no paga, por ejemplo una multa de aparcamiento? Le embargan las
cuentas o las devoluciones tributarias, sin ninguna posibilidad de recurrir. ¿Es
más delictivo aparcar mal que prevaricar, mentir y robar? Parece ser que sí.
Pero, a mi entender, no son tanto los hechos sino las formas. A menudo nos encontramos con malversadores prometiendo inversión en nuevos emprendimiento, cuando no existe ninguna posibilidad de acceder a las ayudas, porque no las hay. O vemos cómo se reduce drásticamente la financiación en el área de educación y los estudiantes se apañan intercambiándose entre ellos los libros para sobrevivir al curso escolar. O asistimos a la huida de esta realidad de científicos, ingenieros, médicos, etc., para ofrecer sus conocimientos en otros mercados, no mejores que este, sino más estables y con más credibilidad.
Pero, a mi entender, no son tanto los hechos sino las formas. A menudo nos encontramos con malversadores prometiendo inversión en nuevos emprendimiento, cuando no existe ninguna posibilidad de acceder a las ayudas, porque no las hay. O vemos cómo se reduce drásticamente la financiación en el área de educación y los estudiantes se apañan intercambiándose entre ellos los libros para sobrevivir al curso escolar. O asistimos a la huida de esta realidad de científicos, ingenieros, médicos, etc., para ofrecer sus conocimientos en otros mercados, no mejores que este, sino más estables y con más credibilidad.
@morguefile |
Eso es, me temo, lo que vieron quienes votaron
en contra en la candidatura
olímpica de Madrid. He oído a muchos decir que somos mejores en el deporte que en la política, quizá tengan razón.
Sin embargo, el peso de la
imagen exterior de España es enorme, es probable que fuera no nos vean con
tanta simpatía como quisiéramos, y sólo se perciba ese tufo
de corrupción que se extiende en todos los ámbitos políticos y
sociales.
La verdadera consecuencia de la no concreción del movimiento olímpico es que muchos tenían puestas sus esperanzas en aprovechar el soplo económico para secarse el sudor de la crisis, y ahora probablemente pasen por un incontestable soponcio de financiación. Ahora sólo quedan preguntas sin resolver. Por ejemplo, ¿sabemos las dietas de los políticos que han viajado a Buenos Aires y el número de cohorte que llevaban? No quiero apresurarme a hacer números, pero me figuro que con sólo el coste del viaje de uno de ellos podría salvarse 15 pequeñas empresas, que deben cerrar en las próximas semanas porque tienen deudas con la Seguridad Social o con Hacienda.
Estos pequeños empresarios ya no sacarán beneficios del movimiento olímpico, porque ya habrán cerrado sus negocios y, para cuando los representantes de la candidatura vuelvan, ya estarán buscando trabajo como posesos para cubrir las deudas de ahora. Eufóricos estábamos sacudiendo la bandera de la candidatura olímpica, pero abochornado me quedo con la puesta en escena de los políticos y sus cohortes. Con el coste y sus consecuencias.
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Estos pequeños empresarios ya no sacarán beneficios del movimiento olímpico, porque ya habrán cerrado sus negocios y, para cuando los representantes de la candidatura vuelvan, ya estarán buscando trabajo como posesos para cubrir las deudas de ahora. Eufóricos estábamos sacudiendo la bandera de la candidatura olímpica, pero abochornado me quedo con la puesta en escena de los políticos y sus cohortes. Con el coste y sus consecuencias.
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