@morguefile |
Hemos visto en más de una
ocasión que el primer estadio después de perder una iniciativa o el puesto de trabajo
suele ser la decepción. En el momento de quedar descabalgado del compromiso contractual el ataque de pesimismo es muy grande, se suele perder toda voluntad
por seguir, llevándose consigo cualquier proyecto de futuro. Uno se convierte
en la comida del paro. Por eso es fácil establecer, de forma global, un
mapa de comportamiento del individuo en ese momento de decepción, cuya
radiografía deja tres etapas bien legibles en su proceso de readaptación, como
son el reposo, el bajón y el resurgir.
Cada período tiene su particularidad y deben contribuir a conformar el panorama
global de superación personal.
El reposo es un momento inmediatamente posterior a encontrarse inactivo. No es una actitud reprochable, todo lo contrario; puede considerarse como un premio a tantos años de férreo esfuerzo por desarrollar las tareas del trabajo diario. Este reposo puede estar motivado por elementos sencillos que cubren las primeras necesidades, como la compensación económica recibida como liquidación que permite vivir sin trabajar por un tiempo, las prestaciones sociales derivadas de las contribuciones aportadas hasta ese, la necesidad de descansar después de tantos años detrabajo continuado, etc. Estos son elementos que, a primera vista, generan un estado de tranquilidad, aún cuando a sabiendas de que pronto se deberá volver al mercado, es natural tomarse ese tiempo de relax.
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El resurgir debe ser el camino. No
es una tarea menor de todas las que se deberá afrontar, y sólo se puede
resurgir con mentalidad creativa. No se trata de crear algo, sino de utilizar
la creatividad para eludir los malos momentos, para desdibujar el pesimismo y
entregarse a nuevas actividades. Incluso el entorno más cercano debe cambiar si
eso va a contribuir a regenerar las perspectivas. Cuando surgen los problemas
los amigos se alejan, por lo tanto no
es recomendable volver a ellos si existe la posibilidad de mejorar, ellos
seguirán alejándose con el menor indicio de dificultad. El problema de un
elemento particularísimo de las personas, una de las pocas cosas que es difícil
de compartir. Las alegrías, los logros, las ideas, todas son compartibles entre
las personas, pero el problema prácticamente siempre debe asumirlo el que lo
padece y en soledad.
Si la persona es escupida del mercado sólo le quedarán dos caminos posibles: la resignación o la iluminación. Y debo decir que es infinitamente mejor predisponerse a lo segundo que a lo primero, porque la iluminación abre las puertas a nuevos horizontes.
Si la persona es escupida del mercado sólo le quedarán dos caminos posibles: la resignación o la iluminación. Y debo decir que es infinitamente mejor predisponerse a lo segundo que a lo primero, porque la iluminación abre las puertas a nuevos horizontes.
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