Plantear una idea definitiva no es el mejor camino.
@morguefile |
La necesidad de superarse proporciona a los
individuos una energía extra para buscar el éxito a cualquier precio. Muchos se
despeñan persiguiendo el destello de los negocios más rentables, procurando
dividendos imposibles, márgenes reservadas a unos
pocos, aquellos quienes han conseguido poner en pie propuestas
deslumbrantes que acabaron conquistando el mercado. Sin embargo, esas chispas
milagrosas que enriquecen a unos y entusiasman
a otros no es real, al menos no para todo el mundo. Pensar una iniciativa
comercial a partir de la premisa de generar beneficios desbordantes o de
cambiar la vida del emprendedor hacia la abundancia es engañarse, es proyectar
con poco sentido de realidad.
Naturalmente, cualquier iniciativa comercial debe gestarse desde la esperanza de generar beneficios y, por tanto, de proporcionar al emprendedor una sustancial mejora de sus condiciones de vida. No obstante, innovar para progresar no debe articularse en la necesidad de convertir el paso a paso en un salto imposible, porque el aterrizaje puede escaparse del control racional de la persona.
Todo esto se aprende desde la colocación de la
primera pieza en un ejercicio de innovación. Si alguien ha estado alguna vez al
mando de algún emprendimiento dará cuenta de la imposibilidad de volverse rico
con una iniciativa de pequeña escala. Es verdad que de vez cuando surgen los
iluminados que los han conseguido, pero los accidentes del mercado o un golpe
de oportunismo no es global. Por lo tanto, la única probabilidad buscando ese
negocio definitivo es la ruina, la pérdida de los recursos personales. Conocí a
un hombre que invertía en bolsa, cuya única estrategia era apostar contra la
tendencia. Por alguna razón, que nunca supo o nunca quiso explicarme, se había
posicionado en el raro hábito de invertir siempre al sentido contrario a como
actuaban las cotizaciones; es decir, si los valores en los que estaba
invirtiendo marcaban una tendencia alcista él se posicionaba a la baja y si lo
hacían bajista él invertía al alza, con la única esperanza de que en algún
momento el mercado revirtiera su curso natural y ese cambio le hiciera
millonario. Así fue como se arruinó, queriendo volverse rico demasiado
rápidamente y blandiendo una estrategia del todo descabellada.
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“Para
emprender hay que estar hecho de una pasta especial”, me dijo alguien una
vez. Razón no le faltaba, porque se necesita, además de la capacidad creativa,
una gran dosis de voluntad y de honestidad con uno mismo. No es bueno engañarse,
cuando se está a las puertas de habilitar una fuente de posibles ingresos, nunca hay que dejar de lado el sentido común.
@morguefile |
Todos los negocios son rentables, pero dentro del
marco trazado por su propia estructura o su propio campo de acción. Lastimosamente,
en el largo trayecto de la relación con nuevos emprendedores, me he encontrado
a menudo con jóvenes muy capaces de plantearse una sola iniciativa con la que
atacar el mercado, con la firme convicción de doblegarlo y volverse millonario.
Para mí el peor momento es cuando se les debe ayudar a poner los pies en el
suelo, porque reciben los consejos con rechazo frontal; a menudo se dejan
llevar por la falsa convicción de que no les queremos ayudar sino impedir que
triunfen. Sin embargo, cuando se dan cuenta de que un planteamiento serio
requiere de más elementos que la voluntad de enriquecerse con rapidez,
realmente empeñan su tiempo y esfuerzo por sacar al mercado una propuesta de
valor.
No es del todo malo querer volverse rico. Sólo
persigue la riqueza aquel que tiene una idea para hacerlo. Es peor conformarse,
por ejemplo, con un puesto de trabajo y creerse que es para toda la vida.
Prefiero cien veces a quien peca de soberbio con una idea bajo el brazo a
aquel conformista que se entrega a la pasividad. Una dosis de voluntad para la
riqueza, si se gestiona con cordura y sentido común, es la base para no
conformarse nunca con lo que se tiene, es la energía que empuja y empuja hacia
delante, la que al conseguir un objetivo obliga plantearse otro más ambicioso.
Esa voluntad es la que lleva a los negocios más rentables, la fuerza de la
persona por ambicionar el máximo y... ¡Quién sabe!
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