No es una pregunta capciosa, ni pretendo conseguir
una respuesta ingeniosa, simplemente intento tejer un análisis que determine si
este es un momento para emprender, sobrevivir, conformarse o rebelarse. La
situación actual tiene una interpretación diferente dependiendo de quién la
valora o quién la presenta a quien. Por eso es importante hacerse la pregunta: ¿Qué
momento es este?, para dejar de estar a la deriva de todo.
Momento para emprender. En habitual escuchar en estos tiempos que estas no son épocas para emprender, o que en tiempos de crisis siempre hay oportunidades. Valorando estas dos contradicciones, podría decirse que la voluntad de poner en marcha algo nuevo depende única y exclusivamente del emprendedor. Por lo tanto, no está tan sujeta a la capacidad económica ni a las ayudas, que cada vez son más escasas, sino a la capacidad para sorprender al mercado y presentar una propuesta ajustada al movimiento coyuntural, sin alardes ni ostentaciones, sino realista. Por lo tanto, el momento para emprender nunca se apaga.
Momento para emprender. En habitual escuchar en estos tiempos que estas no son épocas para emprender, o que en tiempos de crisis siempre hay oportunidades. Valorando estas dos contradicciones, podría decirse que la voluntad de poner en marcha algo nuevo depende única y exclusivamente del emprendedor. Por lo tanto, no está tan sujeta a la capacidad económica ni a las ayudas, que cada vez son más escasas, sino a la capacidad para sorprender al mercado y presentar una propuesta ajustada al movimiento coyuntural, sin alardes ni ostentaciones, sino realista. Por lo tanto, el momento para emprender nunca se apaga.
Momento
para sobrevivir. El proceso de puesta en marcha de una iniciativa
comercial nunca es independiente a la vida del emprendedor. Es decir, por más
que el negocio se quiera llevar fuera del ámbito familiar, de algún modo existe
un vínculo con los más cercanos, ya sea en el aspecto económico, en el apoyo
psicológico o en ayudas más indirectas, como la aportación de contactos. Y en ese
vínculo se visualiza la realidad de cada
emprendedor, porque muchas veces, las estrecheces por las que atraviesan las
familias, suelen ser el freno para poner en marcha un proyecto. Para decepción
del emprendedor, los demás miembros familiares, ajenos a la idea y a la voluntad
de emprender, consideran que este es un momento para sobrevivir, y que ya
llegarán tiempos mejores para los
caprichos.
Momento de conformarse. Podía decirse que este apartado es consecuencia del anterior o a la inversa, pero lo cierto es que los ajustes económicos en todos los ámbitos, han creado una viva idea de que ahora debemos conformarnos con lo que tenemos. Quienes tienen un puesto de trabajo, al parecer deben dar gracias por ello, aunque las tareas no tengan nada que ver con sus tramos profesionales; quienes sobreviven con sus pequeñas empresas también deben cuidarse y agradecer a que la crisis no les ha llevado por delante. En definitiva, y sin entrar a valorar la validez o no de estas intenciones, parece que vivimos el verdadero momento del conformismo, aunque no aquel que conocíamos antes, que resultaba de conformarse por haber conseguido lo que se buscaba, sino un conformismo mezquino, desvaluado y poco creativo.
Momento de rebelarse. No son pocos los que han cogido este camino, el de renunciar a todo, romper con todo y buscarse nuevas alternativas. Muchos de ellos han tenido que emigrar para llevarlo a cabo; otros, sin embargo, han roto con las reglas de austeridad y ponen en marchas nuevas iniciativas. Visto todo esto, es digno reconocer que ni vivimos para conformarnos, ni para lamentarnos, sino para aprovechar la corriente que se lleva por delante a muchos y que puede servirnos para navegar a tiempos mejores, con ideas frescas que nos trae este viento tan pesimista y catastrófico.
Cuando ocurren estas cosas, cuando las ideas desaparecen y emergen los nuevos mesías del espectáculo económico, es cuando los verdaderos emprendedores se ponen en marcha y recogen los beneficios que ningún otro se había dado cuenta que los tenía en su propia puerta.
Momento de conformarse. Podía decirse que este apartado es consecuencia del anterior o a la inversa, pero lo cierto es que los ajustes económicos en todos los ámbitos, han creado una viva idea de que ahora debemos conformarnos con lo que tenemos. Quienes tienen un puesto de trabajo, al parecer deben dar gracias por ello, aunque las tareas no tengan nada que ver con sus tramos profesionales; quienes sobreviven con sus pequeñas empresas también deben cuidarse y agradecer a que la crisis no les ha llevado por delante. En definitiva, y sin entrar a valorar la validez o no de estas intenciones, parece que vivimos el verdadero momento del conformismo, aunque no aquel que conocíamos antes, que resultaba de conformarse por haber conseguido lo que se buscaba, sino un conformismo mezquino, desvaluado y poco creativo.
Momento de rebelarse. No son pocos los que han cogido este camino, el de renunciar a todo, romper con todo y buscarse nuevas alternativas. Muchos de ellos han tenido que emigrar para llevarlo a cabo; otros, sin embargo, han roto con las reglas de austeridad y ponen en marchas nuevas iniciativas. Visto todo esto, es digno reconocer que ni vivimos para conformarnos, ni para lamentarnos, sino para aprovechar la corriente que se lleva por delante a muchos y que puede servirnos para navegar a tiempos mejores, con ideas frescas que nos trae este viento tan pesimista y catastrófico.
Cuando ocurren estas cosas, cuando las ideas desaparecen y emergen los nuevos mesías del espectáculo económico, es cuando los verdaderos emprendedores se ponen en marcha y recogen los beneficios que ningún otro se había dado cuenta que los tenía en su propia puerta.
imagen: @morguefile
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