El gran problema de muchas empresas son los mandos
intermedios, donde se produce un cortocircuito de la gestión porque la
información no fluye debidamente, ya sea por intereses personales,
enfrentamientos jerárquicos o compañerismo desmedido. Si ésta área impide que los
ecos de una acción o procedimientos, sobre todo deficientes, llegue a los
mandos superiores, el problema se eterniza sin que los responsables de tomar la
decisión puedan hacer nada.
La desorganización de los mandos intermedios puede acabar
con la viabilidad de una empresa, además de propiciar que los equipos de base
se conviertan en consumidores directos de las malas prácticas, y actúen de
forma deliberadamente errónea, sabiendo que los responsables inmediatos en el
orden jerárquico no tomarán ninguna medida sobre sus actos.
Enlaces relacionados
- Dirigir bien - Dirigir mal - Estar en manos de otros - Entrevistas de trabajo: cinco claves - Amigos o negocio |
Si en una empresa de gran tamaño, los mandos
intermedios consienten a los equipos de base estrategias que vulneran la excelencia,
los responsables de velar por la calidad del servicio nunca se enteran de lo
que está pasando, por lo que la dirección central vive en una falsa estabilidad
corporativa.
Esto se debe casi siempre a la necesidad de recaudar. Cuando los limites de producción están determinados por la recaudación y los equipos se mueven sobre objetivos numéricos, o los trabajadores ven sustancialmente mejorados sus ingresos si consiguen una cuota de venta determinada, la probabilidad de perder el rumbo es muy grande.
Es entonces cuando ocurre un error, alguien descubre cómo solventarlo sin acudir a los responsables de las secciones superiores, y transmite el procedimiento defectuoso a todo el equipo, convirtiéndolo en un escape que favorece la recaudación aunque no así a la calidad.
Es muy frecuente encontrarse con este mal cuando los equipos trabajan por incentivos, donde lo primordial es la venta, y la falta de convivencia de las áreas de dirección acaban matando a la empresa, moviéndose sobre dos tipos de directrices:
Esto se debe casi siempre a la necesidad de recaudar. Cuando los limites de producción están determinados por la recaudación y los equipos se mueven sobre objetivos numéricos, o los trabajadores ven sustancialmente mejorados sus ingresos si consiguen una cuota de venta determinada, la probabilidad de perder el rumbo es muy grande.
Es entonces cuando ocurre un error, alguien descubre cómo solventarlo sin acudir a los responsables de las secciones superiores, y transmite el procedimiento defectuoso a todo el equipo, convirtiéndolo en un escape que favorece la recaudación aunque no así a la calidad.
Es muy frecuente encontrarse con este mal cuando los equipos trabajan por incentivos, donde lo primordial es la venta, y la falta de convivencia de las áreas de dirección acaban matando a la empresa, moviéndose sobre dos tipos de directrices:
- Los protocolos de excelencia, que deben estar vigilados
de cerca para que el servicio o el producto final no pierda la calidad que se
le supone, y debe hacer cumplir los procedimientos a raja tabla.
- Los procedimientos erróneos que no deben nunca
llevarse a cabo, pero que generan beneficios a los trabajadores, en términos de
más incentivos, por lo que todo el mundo lo practica, a escondidas, sin
levantar la sospecha de los mandos superiores.
Muchos dirán que esta práctica es imposible en una
empresa. Sin embargo, es muy habitual encontrarse con este desbarajuste y
cuando mayor sean los equipos de trabajo, más crece la posibilidad de que los
mandos superiores estés esclavizados por los caprichos de los mandos
intermedios. Evidentemente no debería ser así, pero eso no significa que no
ocurra.
Fuente de imagen: @morguefile
Tweetear
Seguir a @RoberttiGamarra
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe un comentario. Solo pido moderación y respeto.