Fijar
objetivos claros para argumentar una idea o acometer una acción es como definir el ADN
del producto, estableciendo las normas formales por donde trascurrirá su
evolución. En pequeña escala, el ser humano no emprende ninguna actividad sin
haber determinado antes una estrategia de actuación. De lo contrario se
sometería a un acto irracional con nefastas consecuencias.
@morguefile |
Para considerar la posibilidad de emprender, hay que:
- Concebir una idea. La concepción de una idea innovadora se puede empezar de dos maneras.
- 1. Detectar la necesidad del propio mercado. Esta no es una tarea fácil de resolver, porque una vez se entra en ese ámbito la competencia es enorme, las ofertas son innumerables, por lo que se requerirá de una habilidad extraordinaria para conseguir crear un producto que el mercado demande y que no esté ya diseñado por alguien con anterioridad, aunque fuera con otras características. Volvemos al planteamiento inicial, en esta fase del proceso creativo no es necesario perseguir un producto complemente nuevo, sino quizá sólo un complemento de los ya existentes. Incluso se puede trabajar sobre un producto que ya está funcionando simplemente para introducirlo a un sector diferente a donde está aplicado o con funciones complementarias que aporten pequeños valores añadidos.
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- 2. Crear la necesidad en consumidores ya hechos. A pesar del golpe propinado por la crisis global a la economía familiar, el consumo sigue siendo una consecuencia de la inercia. Nadie dejará de comprar porque la economía vaya a peor, ni siquiera nadie va renunciar a los productos de siempre, simplemente cambiará su mercado, su nivel de marcas o exigencias. Acabará acudiendo a mercados más económicos donde encuentre el mismo producto pero con matices diferentes, quizá con ingredientes menores o menos elaborados. Entonces, no está demás decir que ha llegado la época del complemento. Es el momento de poner en manos de los interesados productos que cubran sus necesidades de siempre, pero que supongan coste menores, sean más accesibles y asumible por su economía cada vez más estrangulada.
La primera pregunta que surge ahora es ¿cómo crear
esa necesidad en el consumidor? Muy sencillo. Imaginemos a un caballero que
acude a una tienda de complementos para comprarse una corbata y acaba comprándose,
además de la corbata, zapatos. ¿Cómo es esto posible? ¿No estamos diciendo que
el poder adquisitivo se ha reducido? ¿Que es necesario calcular los gastos para
no llegar ahogado a final de mes? Cierto. Pero esta adquisición complementaria,
imprevista al principio, lo ha creado en el consumidor la propia corbata que
necesita. Se llega a esta situación creando productos que alimentan en los
interesados la necesidad de complementarlo con algo más, en este caso con los
zapatos. Es tan importante el grado de convencimiento generado en el cliente,
que se ve exigido a complementarlo con otra pieza, y todo sin necesidad de
desembolsar mucho más que comprando un solo producto.
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