Cuando las condiciones de trabajo no son las
adecuadas, sólo se puede exigir a los trabajadores un rendimiento proporcional
a la calidad dispensada por la empresa. A medida que los objetivos de unos y
otros se alejan, el deterioro de la relación contractual crece, y las medidas corporativas
son rechazadas por las áreas de producción. Estar a disgusto en un sitio es el
peor compañero para desarrollar las tareas, a causa de constituir un impedimento
para mirar con claridad los objetivos, además de alentar la desconsideración y
ahondar en la idea de la independencia que no siempre es posible. Por
desgracia, la salud del mercado laboral es cada vez peor, y siempre hay que medir el tiempo.
Sin la sintonía entre empresa y trabajador los
recursos están viciados, porque no existe una norma clara capaz de guiar los
procedimientos ni los objetivos, lo cual genera dudas y acrecienta la
incomodidad a la hora de encargarse de las tareas. Es desalentador cumplir
funciones sin saber a dónde llevan o hasta cuándo durarán.
Enlaces relacionados
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Los equipos no funcionan cuando la dirección que los
debe controlar o regular no muestra el suficiente interés en interactuar con
ellos. Si cada pieza debe diseñar su propio procedimiento, y mucho más cuando
debe empezar de cero, incrementa la posibilidad de equivocarse, ya que está asumiendo
prerrogativas que deberían corresponder a la propia empresa. En estos casos,
los criterios en lugar de unificarse en torno a un procedimiento, se diversifican
y la probabilidad de eficacia es nula.
La desorganización genera infinidad de tiempos
muertos; al fin y al cabo, es un periodo estático que fomenta el descontrol en
los trabajadores. Nunca se puede perder de vista que el mundo del negocio es un
ejerció de inercia, cuanto más resultados se consiguen, crece la probabilidad de
repetirlo inmediatamente, porque la euforia del primer éxito empuja a creer más
en el producto, se asume mayor compromiso y se transmite mayor seguridad a los
posible compradores. Sin embargo, todo eso se pierde cuando hay demasiados
tiempos muertos, más aún cuando se está empezando una nueva campaña, a causa de
predisponer a pensar que uno no tiene el puesto de trabajo asegurado y el
entorno no le ayuda a afianzarse.
Por otro lado, el descuido de la calidad es más
evidente con los tiempos muertos, puesto que, a propósito o no, se incumplen
los compromisos con el cliente, no se les devuelve la llamada a tiempo o no se
atiende sus consultas como es debido. Naturalmente, quien está al otro lado
aguardando una respuesta, se desanima y desiste por culpa de los tiempos
muertos, y acaba retirando el interés por lo que se le está ofreciendo.
Otro factor determinante de la desorganización de un
área de trabajo, es el desaprovechamiento del tiempo. Es importante generar
estrategias para dinamizar a los equipos de trabajo, para mantenerlos activos,
concentrados en las tareas, un ejercicio que contribuye a crear sincronía capaz
de eliminar la sensación de estar parado, cuando se podría estar en plena producción.
Sin iniciativas destinadas a la mejora de calidad de
las funciones de los trabajadores, es inevitable la pérdida de confianza, lo
cual conlleva la formación de la falsa idea de que trabajar en esa empresa no importa a nadie. No siempre es así,
pero nadie puede sustraerse al desánimo que se instala en la actitud de las personas,
quienes perciben la lejanía de los directivos, la desatención de sus propuestas
o el desprecio de sus comentarios. Por todo ello, la mejor estrategia es seguir
las normas corporativas, pero cuando éstas no existen o son deficientes, los responsables
deben atender a la opinión de los empleados, porque son la ventana por la que
miran los clientes.
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