@morguefile |
Si se duerme bajo un árbol donde anidan pájaros, es frecuente
amanecer lleno de excrementos. Del mismo modo, si una empresa menosprecia la intervención
en su ámbito de producción, es natural que la calidad de su producto baje
constantemente. Esta situación se origina al obligar al trabajador a morir
bajo presión.
Una conocida empresa de emisión y recepción de
llamadas telefónicas, del ámbito de control y seguimiento de tarjetas bancarias,
establece como político de incentivo de producción, la presión continua a sus
empleados. ¿Es esto bueno? ¿Es la mejor forma de conseguir cubrir los
objetivos?
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En esta empresa existen dos tipos de exigencias
mensuales, la primera consiste en
cumplir con una cuota mínima de venta, lo cual garantiza al trabajador seguir
un mes más como teleoperador. Es decir, esta primera obligación reduce las
pretensiones de una persona a la conservación del puesto trabajo por encima de
todas las cosas. Lo que ya no está tan claro es si constituye la mejor forma de
motivar al equipo de trabajo, porque:
- La presión es constante, y quien no es capaz de sobrevivirla, acaba renunciando a seguir en la empresa, con la consiguiente consecuencia de verse privado de la indemnización o de todos los suplementos acumulados hasta entonces.
- A pesar de llevar mucho tiempo dedicado a este tipo de negocios, los responsables de la empresa no son capaces de entender que la presión envenena al trabajador y reduce sustancialmente su capacidad de producción, algo, en definitiva, fundamental para un vendedor.
- Cuando todos los movimientos se orientan a presionar al trabajador para que consiga la cuota mínima, se pierde de vista la calidad, el asesoramiento, la atención al cliente, etc. Y todo se lleva a la conversión de cada acción en venta a toda costa. ¿Es esto lo que debe buscar una empresa? Peor aún, ¿es ésta la forma de tratar a los usuarios de ese servicio? Me temo que no.
- Por último, sin que nadie repare en ello, la persona pierde todos sus derechos y se deja llevar por la presión para mantenerse en su puesto, ya que prima la necesidad de generar ingresos al disfrute de los derechos y del respeto como trabajador.
La segunda exigencia consiste en cumplir una cuota máxima, lo
cual garantiza al trabajador unas comisiones máximas. Es decir, una vez se
cumple con la cuota mínima para seguir en la empresa un mes más, se exige
cumplir con otro nivel de venta, donde acaban las comisiones. Una vez se llega
a esa cuota se deja de percibir suplementos por las ventas, aunque la empresa
sigue acumulando operaciones de las que nadie cobra ninguna comisión.
A ver, mirémoslo detenidamente. La empresa obliga al trabajador a cubrir una cuota obligatoria, a partir de esa franja, éste deja de percibir comisiones, independientemente de las ventas que realiza, lo cual la empresa se embolsa sin costes adicionales.
Por lo visto en estas dos situaciones, por más que muchos intenten vendernos la idea de que los trabajadores tienen derechos o las empresas los tratan con consideración y respeto, nada de eso es real. En muchos casos el individuo se convierte en mero instrumento de la empresa para aumentar sus dividendos a toda costa; es decir, la persona pierde su condición humana para convertirse es una pieza desechable a bajo coste, donde sólo sobreviven quienes anteponen conservar su trabajo a la dignidad.
A ver, mirémoslo detenidamente. La empresa obliga al trabajador a cubrir una cuota obligatoria, a partir de esa franja, éste deja de percibir comisiones, independientemente de las ventas que realiza, lo cual la empresa se embolsa sin costes adicionales.
Por lo visto en estas dos situaciones, por más que muchos intenten vendernos la idea de que los trabajadores tienen derechos o las empresas los tratan con consideración y respeto, nada de eso es real. En muchos casos el individuo se convierte en mero instrumento de la empresa para aumentar sus dividendos a toda costa; es decir, la persona pierde su condición humana para convertirse es una pieza desechable a bajo coste, donde sólo sobreviven quienes anteponen conservar su trabajo a la dignidad.
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