@morguefile |
A pesar de haber hablado ya de la presión que
ejercen algunas empresas sobre sus trabajadores, traigo aquí ahora una historia
real, por referencia de una persona que trabaja en una gran empresa de banca telefónica.
Los hechos derivan de la jefa de Dirección, quien utiliza todas las estrategias
a su alcance para escenificar el arte del desconcierto, que descalza al más pintado.
En su afán por conseguir resultados imposibles de
sus trabajadores, que están obligados a convertir una llamada de información o
rectificación en una oportunidad para la venta de nuevos productos bancarios, se
valen de variadas maniobras:
El
miedo a perder el trabajo es el factor que predomina en esta empresa, en
cualquier área jerárquica. Los responsables de Dirección disponen la
provocación de este sentimiento en todos los niveles.
Enlaces relacionados
- Morir bajo presión - La desfachatez individual - La quiebra del sentido común - Trabajador pasivo - Un mundo encrespado |
Fomentan
la rumorología que anuncia ajustes que están siendo diseñados en
la empresa y que afectarían, especialmente, a quienes no cumplen los objetivos
de venta, es decir, perderán el trabajo.
Alimentan las amenazas de reducir las comisiones. Lo cual enciende lo más primario de la persona, en esa lucha a ciegas por mantener el puesto de trabajo y disponer de dividendos completamente invisibles.
Fundamentan una competitividad insana, exigiendo a los trabajadores a poner de manifiesto sus propias estrategias, que nada tienen que ver con el aspecto profesional ni los conocimientos, sino con imponerse a los demás compañeros, llegando antes al lugar de trabajo para situarse en las sillas más cómodas o para utilizar los auriculares que mejor funcionan.
Presionan a los coordinadores de equipo, hasta conseguir, en algunos casos, hacerles llorar, desestabilizándoles y sembrando en ellos la frustración que luego se traslada hacia abajo, hacia la fuerza de producción.
Tergiversan la información real, que nunca llega al aparato productivo, lo cual hace que los trabajadores de baja jerarquía vivan de los retales, de datos incompletos que, posteriormente llegan a los clientes, confundiéndoles sobre los productos que adquieren o los compromisos que asumen.
Alimentan las amenazas de reducir las comisiones. Lo cual enciende lo más primario de la persona, en esa lucha a ciegas por mantener el puesto de trabajo y disponer de dividendos completamente invisibles.
Fundamentan una competitividad insana, exigiendo a los trabajadores a poner de manifiesto sus propias estrategias, que nada tienen que ver con el aspecto profesional ni los conocimientos, sino con imponerse a los demás compañeros, llegando antes al lugar de trabajo para situarse en las sillas más cómodas o para utilizar los auriculares que mejor funcionan.
Presionan a los coordinadores de equipo, hasta conseguir, en algunos casos, hacerles llorar, desestabilizándoles y sembrando en ellos la frustración que luego se traslada hacia abajo, hacia la fuerza de producción.
Tergiversan la información real, que nunca llega al aparato productivo, lo cual hace que los trabajadores de baja jerarquía vivan de los retales, de datos incompletos que, posteriormente llegan a los clientes, confundiéndoles sobre los productos que adquieren o los compromisos que asumen.
Son infinitas las situaciones generadas por la lucha
entre compañeros de trabajo, de los que podemos enumerar sólo unos cuantos,
como:
- Si no se llega media hora antes es imposible encontrar
sitios para sentarse a trabajar o disponer de auriculares que funcionen
debidamente
- Los coordinadores de otros equipos no ayudan con las
incidencias, antes bien, intentan remediarlas pero para adjudicarse la comisión
- A la hora de apuntar las ventas, si el vendedor no
está atento, los otros equipos se atribuyen las comisiones para cubrir el cupo
mínimo obligatorio
- Si un vendedor comete algún error o informa
deficientemente al cliente, sus propios compañeros le descubren ante su
coordinador, lo cual, en muchos caso, acaba en despido
- El coordinador de equipo nunca asume la
responsabilidad por las incidencias, antes bien lo traslada a otros equipos o
culpabiliza directamente el vendedor.
Visto todo esto, sólo me queda una pregunta: ¿Es
este el mercado de trabajo que nos gustaría tener? No. Afortunadamente, no abundan empresas con este perfil, pero existen. Concluyamos, pues, que a pesar de la crisis, no
se puede jugar con la dignidad de un trabajador.
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