La excelencia de la gestión de una empresa
marca el camino que seguirá en el mercado, con independencia de su capital
económico o de la inversión en publicidad de la marca. Hoy día, resulta
fundamental conocer el alcance de una buena gestión y apostar por mejorarla
continuamente. Sin embargo, este ejercicio de optimización es imposible sin
observar los pasos básicos que se debe seguir, como son:
Escuchar
y vigilar es una estrategia ineludible para conseguir que el plan corporativo no
se rompa ni pierda el valor inicial. No es lo mismo plantear una estrategia
articulada en tareas unilaterales, donde los empleados sólo deben responder a
las disposiciones preestablecidas en lugar de trabajar en equipo. Conocer los
límites personales de cada pieza permite adecuar los procedimientos en función
de la capacidad y los conocimientos de cada trabajador.
Enlaces relacionados
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Interactuar con los
recursos disponibles y con los clientes finales es una forma eficaz de afianzar
el producto, ajustándolo sobre demanda. Si se parte de la necesidad real de
quienes al final se convertirán en potenciales clientes, se consigue, al menos,
una garantía de actualidad. Crear una propuesta desde la lejanía, sin haber
contactado con quienes lo van a consumir es arriesgarlo demasiado, porque nunca
se puede saber las preferencias de los consumidores sin haber tenido contacto
directo con ellos. Sin embargo, cuando un emprendedor se acerca al escenario de
captación de los posibles consumidores, debe interactuar con ellos de modo que
su visión de las posibilidades aumente exponencialmente. Los pequeños detalles
son los que conforman la propuesta final, y deben surgir directamente de los
futuros compradores.
Hay que analizar pasos a paso la evolución de
la propuesta, en función de los resultados y la aceptación del producto en su
mercado, de modo que las correcciones puedan también responder a una necesidad
real y no sólo a un capricho personal del promotor de la actividad. Muchas
veces los análisis resultan insuficientes porque provienen de una visión particular,
donde sólo se mide la respuesta del consumidor y no se corrigen los errores
internos que se originan en la base de la producción. Es muy importante saber
hacer autocrítica, saber llegar al origen del problema y corregirlo sin traumas
y sin buscar culpables, sino con la visión de mejorar la propuesta y aumentar
sus posibilidades en el mercado.
Medir
el rendimiento de un proyecto es fundamental. Al proponer una
actividad se parte de unas expectativas básicas, de un objetivo inicial que no
siempre es posible alcanzar. Por lo tanto, saber en qué medida se ha cumplido o
cuánto ha faltado para llegar a un mínimo de rentabilidad, resulta esencial. Ese conocimiento sobre el terreno otorga la
posibilidad de valorar la rentabilidad final, medir el coste-beneficio y
determinar si vale la pena mantener viva la iniciativa o es mejor cambiar de
rumbo y buscar nuevas propuestas. No es malo abandonar un plan poco rentable y
buscar otra, a partir de la experiencia y del conocimiento del mercado y de las
habilidades de gestión que se ha adquirido con la primera tentativa. Nada cae
nunca al vacío, sino la acumulación de experiencias debe servir para aumentar
la capacidad de análisis y para conseguir mayor recorrido en el propio mercado.
Hay
que crear propuestas que respondan a la demanda de los consumidores, no un
producto que intente cambiar hábitos ya existentes, porque aunque esto último
es factible, el recorrido es mucho más largo y peligroso, ya que el rechazo a
una primera propuesta puede cerrar las puertas a nuevas acciones en el futuro.
imagen: @morguefile
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