A pesar de la fuerza de la marea, no debe arrastrarnos la corriente del pesimismo.
@morguefile
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Ha llegado el momento de tener Interés Productivo. Alguien dijo una vez que nuestros padres
lucharon sin descanso para darnos todas las cosas que ellos nunca habían podido
tener, pero aunque nosotros luchemos hasta la extenuación no podremos dar a nuestros
hijos nada de lo que tenemos ahora. Ese es el contraste de dos generaciones
marcadas por la crisis económica. Pero nada es definitivo.
Cada vez es más habitual sentir cómo ese puesto de trabajo que tanto anhelábamos nunca llegará, la butaca que tanto perseguíamos quedará vacía. Es verdad que un poco pesimista, pero actualmente es casi una obligación convivir con las desgracias o las injusticias. La sociedad que recordaba de hace 20 años ha desaparecido, no queda ni rastro de los valores que prevalecían entonces, de los derechos que todos defendíamos, de las obligaciones que todos respetábamos. Incluso las promesas de entonces son las desgracias de ahora. Los incentivos sociales que hipotecaron el futuro de muchos jóvenes, especialmente estudiantes que se volcaron hacia las carreras más prometedoras, se encuentran ahora masticando ese gran desengaño en la cola del paro o en la estación del tren para emigrar.
Cada vez es más habitual sentir cómo ese puesto de trabajo que tanto anhelábamos nunca llegará, la butaca que tanto perseguíamos quedará vacía. Es verdad que un poco pesimista, pero actualmente es casi una obligación convivir con las desgracias o las injusticias. La sociedad que recordaba de hace 20 años ha desaparecido, no queda ni rastro de los valores que prevalecían entonces, de los derechos que todos defendíamos, de las obligaciones que todos respetábamos. Incluso las promesas de entonces son las desgracias de ahora. Los incentivos sociales que hipotecaron el futuro de muchos jóvenes, especialmente estudiantes que se volcaron hacia las carreras más prometedoras, se encuentran ahora masticando ese gran desengaño en la cola del paro o en la estación del tren para emigrar.
- Innovar es de valientes - Decálogo para innovar - Cómo no ser comida del paro - Ahora la tienes, ahora no la tienes |
Todo ese esfuerzo por
convertirse en profesionales insuperables, lo deben entregar hoy en día por un
pedazo de pan en cualquier ocupación. Así algunos médicos se convirtieron en
taxistas, los ingenieros se volvieron profesores a tiempo parcial, los
científicos huyeron en busca de oportunidades en otros lugares, renegando de esta
sociedad donde algunos han asumido un particular compromiso
con la corrupción y la mentira.
Sin embargo, ese panorama desolador para algunos,
prometedor para los más espabilados, plantea una gran pregunta: ¿ha llegado el
momento de rendirse y de conformarse con lo que hay? No. Rotundamente no. Es
verdad que la
crisis económica está mascando los mejores trajes, arañando las mejores
viviendas, escupiendo veneno en las carreras más prometedoras. Pero de rendirse
nada. He oído un sinfín de veces mentarse el proverbio chino que dice que en toda crisis hay oportunidades. Ésta
es una verdad inquebrantable. Son muchos los que se encuentran atrapados en la
desgracia y vislumbran un porvenir completamente nefasto. Pero no deben olvidar
que los caminos pedregosos también conducen por campos fértiles para el
cultivo.
Es natural, con los tiempos que corren, enredarse en el desaliento. La decepción es un veneno que corroe la voluntad del individuo, y
mal gestionado, inutiliza el motor de arranque para ponerse en marcha. Ningún infortunio,
por más definitivo que parezca, supone el final del camino, ni siquiera es el
más importante, ya que simplemente deriva de no conseguir lo que se busca o de
no tener lo que se desea. Por lo tanto, nada definitivo en la vida de las
personas. La decepción es dolorosa, pesada de sortear, y si nos la encontramos
en momentos de debilidad, puede convertirse en una barrera infranqueable que
impide ver la luz.
¿Quién no se ha decepcionado alguna vez? Por amor,
por amistad, por dinero. Todos hemos saboreado su veneno en algún momento. La
decepción produce cansancio, aleja de la realidad, simplifica los objetivos y
crea el conformismo instalando a la persona en el engañoso recurso de intentar
mejorar presentándose como víctima. Nada más lejos de la realidad. Tal como nos
viene debemos tener la capacidad de sortearlo. Ir de víctima es un error,
porque produce fatiga en las demás personas y a la larga estaremos propiciando
que se alejen de nosotros en lugar de acercarse.
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