martes, 7 de enero de 2014

El umbral de los males sociales



El umbral de los males sociales
@morguefile
La sociedad que no respeta un rigor dialéctico saludable o no tolera las observaciones críticas, es una sociedad inmadura e hipócrita. Aún asumiendo que es más fácil valerse de las descalificaciones o los insultos que tejer un argumento razonable y de sentido común para resistir las negligencias, no explica por qué cuando se coloca el foco sobre los políticos, algunos inmediatamente consideran el hecho como un intento de eximir de culpabilidad a los ciudadanos. Y no es así. Todos somos actores en este circo social donde cada vez se escupe con más fuerza a los corruptos o a los desvergonzados, y se conoce mejor el umbral de los males sociales.


Es ridículo pensar que al enfocar a otros intentamos quedar fuera del círculo de observación, cuando todos estamos en el mismo escenario de responsabilidad. Pero es aún más absurdo proponer como argumento que el poder corrompe, con el fin de subsanar el disparate de algunos políticos que han perdido, voluntariamente o no, el rumbo de sus obligaciones. No puedo estar más en desacuerdo con ello, porque el mal existe, pero su existencia no es suficiente para tolerar la maldad.

¿Entonces debemos trasladar el peso de la responsabilidad en los ciudadanos? ¿Hemos de atribuir a la permisividad social la culpa de la desviación de los objetivos político? No. Es verdad que hoy en día muchos dependen del Estado para sobrevivir, porque se han encontrado con dos problemas fundamentales:

  • Han perdido el trabajo y el mercado laboral es incapaz de absorber el flujo de trabajadores inactivos, ya sea porque carecen de la formación adecuada o la fuerza de contratación de su sector ha desaparecido. 
  • Trabajaban en sectores muy poco cualificados, lo que reduce la posibilidad de reinserción en sectores más especializados.


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Sin embargo, esta realidad no nos convierte en zombies sociales, ni los candidatos políticos nos atribuyen papeles secundarios mientras ellos dirigen la orquesta a su antojo. Me niego a reconocerlo de esta manera. Tampoco acepto la afirmación de que las promesas de sanidad o vivienda gratis garantizan, actualmente, los votos de los electores. Más bien aflorar dos males jugando un papel preponderante a la hora de votar, aunque tampoco se antojan definitivos, como son:

  • El fanatismo pertinaz. Aún hay una capa de la sociedad que acude a las urnas a apoyar sus colores políticos, sin mirar el contenido de las propuestas ni la lista de candidatos. 
  • Falta de tiempo e información para realizar una votación limpia de residuos. Ningún partido político es completamente claro en sus intenciones, ni exponen a sus candidatos al escrutinio público para determinar su validez, tanto personal como profesionalmente.

Esa ambigüedad en las reglas del juego, alimenta la mentira social y la manipulación de los datos. Por aportar un ejemplo: en estos días los grandes canales de televisión se han hartado de anunciar como la panacea de lucha contra la crisis, sobre todo para aquellos que ya han sobrepasado los 45 años, el emprendimiento. Como es natural, estos anuncios acompañaban con reportajes a personas que habían perdido el trabajo pero que actualmente tenían en marcha nuevas iniciativas comerciales para regatear a la crisis.

No es verdad que cualquiera puede emprender y dejar atrás las penurias. Según los datos aportados por estos reportajes, estas personas:

  • Tienen recursos para poner en marcha un nuevo negocio. ¿Cuántos de los trabajadores mayores de 45 años lo tienen? Muy pocos. 
  • Tienen formación para darse cuenta de lo que pide el mercado y para gestionar un negocio. ¿Cuántos de los trabajadores inactivos de sectores poco cualificados pueden llevar una gestión comercial? Muy pocos o nadie. 
  • Tienen apoyos para empezar a andar. Algo que los grupos marginados por la crisis no pueden permitirse.

Por lo tanto, entristece asistir a este campeonato de hipocresía, donde palabras como: emprendedor o innovar adquieren musculatura, para encumbrar a los demagogos políticos o técnicos en el escenario de los grandes eventos, permitiéndoles mentar a los emprendedores o emprendimientos, pero sin haber sido ellos mismo emprendedores o sin haber puesto en marcha nunca una iniciativa comercial. Entiendo que los técnicos especialistas valoren todas las posibilidades, estudien la magnitud de las ayudas de las que tanto hablan. Pero, como emprendedor que soy, no les otorgo méritos ni autoridad para erigirse en mi representante social.


     

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