Emprender es una consecuencia de estabilidad.
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La historia de los ladrillos de oro empieza el día
19 de febrero del año 2003, cuando el señor José María Álvarez del Manzano, entonces Alcalde
de Madrid, y su consorte entregaron las primeras 264 viviendas de protección
oficial a los nuevos inquilinos, en el barrio de Moratalaz de Madrid, con la
condición de que pudieran comprarlas al cabo de 10 años, cuando perdieran la
calificación de viviendas protegidas. Este acto se producía poco después de que
el ministro de Fomento de entonces, el señor Francisco Álvarez-Cascos,
anunciaba en el Congreso de los Diputados que la Comunidad de Madrid
construiría 30.000 viviendas protegidas antes del años 2006.
Acceder a aquellas casas, después de un durísimo proceso de selección, parecía la solución definitiva para las familias beneficiadas. Tal como suele ocurrir en estos casos, la visión optimista de la situación, con la esperanza de que en unos pocos años se convertirían en propietarios, algunos de ellos empezaron a poner en marcha sus propios negocios. Pasaron a ser pequeños empresarios del ámbito de la carpintería, transporte, mecánica, etc. Los conocía uno a uno, los veía entusiasmarse con tejer una red que sostuviera a sus familias en años venideros.
Acceder a aquellas casas, después de un durísimo proceso de selección, parecía la solución definitiva para las familias beneficiadas. Tal como suele ocurrir en estos casos, la visión optimista de la situación, con la esperanza de que en unos pocos años se convertirían en propietarios, algunos de ellos empezaron a poner en marcha sus propios negocios. Pasaron a ser pequeños empresarios del ámbito de la carpintería, transporte, mecánica, etc. Los conocía uno a uno, los veía entusiasmarse con tejer una red que sostuviera a sus familias en años venideros.
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Sin embargo, en septiembre
del año 2010 se produjo la catástrofe. Las familias que habían firmado los
contratos con la EMVS sobre esas viviendas, habían sido atrapadas por la falsa
esperanza de que a la finalización
del contrato de alquiler tendrían preferencia para comprarlas. Desde
entonces han sido desalojadas sistemáticamente, y las llaves pasaron a manos de
empresas privadas. La EMVS
vendió un paquete de 495 pisos a Lazora, sociedad de inversión inmobiliaria
(SII) que sólo tributa al 1%, por un valor de 46,5 millones de euros. Y
los inquilinos perdieron todos sus derechos.
A partir de entonces se desencadenaron noticias y anuncios similares sin descanso. Sólo a finales del año 2012, 9 años después de aquella memorable entrega de llaves, los organismos de vivienda de Comunidad y Ayuntamiento provocaron más de 40 desahucios diarios en Madrid. Estos procedimientos seguían su curso a pesar de que muchas familias acudieron a las oficinas de los organismos ejecutores del desahucio para pagar sus deudas, con el dinero en mano, y fueron rechazadas.
¿Por qué? Porque detrás de ese movimiento había un plan de privatización colosal, como el que se acaba de anunciar el pasado sábado sobre la venta de 3.000 viviendas del Ivima a Goldman Sachs y Azora, acto celebrado con todos los honores por algunos políticos que están tan alejados de los ciudadanos de a pie que ni siquiera saben medir sus preferencias, y ni qué decir de sus necesidades. Permitidme hacer un poco de memoria, ¿no es Goldman Sachs una empresa tóxica, que juega con sus clientes, según lo denunció un ex empleado? Si lo es, ¿qué está pasando aquí?
No entiendo nada. Por el sólo hecho de asociarse al esqueleto de empresas e instituciones que han despojado de sus derechos a los pequeños empresarios de los que les hablaba antes, no puedo aceptarlas. Siempre he sostenido que si te quitan la casa te generan una gran inestabilidad. Sin conciliar el emprendimiento con la estabilidad es imposible poner en marcha ninguna iniciativa comercial. En una situación como esa está muerta la iniciativa y, prácticamente, está muerta la persona.
Algunos dirán que los desahucios, las privatizaciones, los movimientos políticos sobre el suelo, no tienen nada que ver con el ámbito del emprendimiento. Debo llevarles la contraria y decir que en este caso si tienen una relación muy directa. Sin estabilidad es imposible emprender, porque no hay forma de centrarse en la gestión de una propuesta. Y, por desgracia, cada día emergen más movimientos que destruyen la estabilidad de las personas. Si antes hablábamos de la inexistencia de créditos para los pequeños empresarios, despojarle de sus casas es una forma más de alejarles de la oportunidad de crear, de dibujar y llevar adelante sus iniciativas. No estamos hablando de que todo es negativo, de que todos los movimientos son diseñados para cercenar las posibilidades de los emprendedores, no. Pero es evidente que algunas corrientes estratégicas poco ayudan en la creación de un ambiente favorable donde desarrollar las ideas, comerciales.
A partir de entonces se desencadenaron noticias y anuncios similares sin descanso. Sólo a finales del año 2012, 9 años después de aquella memorable entrega de llaves, los organismos de vivienda de Comunidad y Ayuntamiento provocaron más de 40 desahucios diarios en Madrid. Estos procedimientos seguían su curso a pesar de que muchas familias acudieron a las oficinas de los organismos ejecutores del desahucio para pagar sus deudas, con el dinero en mano, y fueron rechazadas.
¿Por qué? Porque detrás de ese movimiento había un plan de privatización colosal, como el que se acaba de anunciar el pasado sábado sobre la venta de 3.000 viviendas del Ivima a Goldman Sachs y Azora, acto celebrado con todos los honores por algunos políticos que están tan alejados de los ciudadanos de a pie que ni siquiera saben medir sus preferencias, y ni qué decir de sus necesidades. Permitidme hacer un poco de memoria, ¿no es Goldman Sachs una empresa tóxica, que juega con sus clientes, según lo denunció un ex empleado? Si lo es, ¿qué está pasando aquí?
No entiendo nada. Por el sólo hecho de asociarse al esqueleto de empresas e instituciones que han despojado de sus derechos a los pequeños empresarios de los que les hablaba antes, no puedo aceptarlas. Siempre he sostenido que si te quitan la casa te generan una gran inestabilidad. Sin conciliar el emprendimiento con la estabilidad es imposible poner en marcha ninguna iniciativa comercial. En una situación como esa está muerta la iniciativa y, prácticamente, está muerta la persona.
Algunos dirán que los desahucios, las privatizaciones, los movimientos políticos sobre el suelo, no tienen nada que ver con el ámbito del emprendimiento. Debo llevarles la contraria y decir que en este caso si tienen una relación muy directa. Sin estabilidad es imposible emprender, porque no hay forma de centrarse en la gestión de una propuesta. Y, por desgracia, cada día emergen más movimientos que destruyen la estabilidad de las personas. Si antes hablábamos de la inexistencia de créditos para los pequeños empresarios, despojarle de sus casas es una forma más de alejarles de la oportunidad de crear, de dibujar y llevar adelante sus iniciativas. No estamos hablando de que todo es negativo, de que todos los movimientos son diseñados para cercenar las posibilidades de los emprendedores, no. Pero es evidente que algunas corrientes estratégicas poco ayudan en la creación de un ambiente favorable donde desarrollar las ideas, comerciales.
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