@morguefile |
Asumir una buena dirección es la consecuencia de interpretar
los perjuicios derivados de dirigir mal, en todos los niveles. Aquí se
aplica aquello de que la calidad se mide por el coste de la discalidad, esa es
la forma de acometer las correcciones y de enderezar el rumbo para que los consumidores
del producto tengan la mayor consideración en el proceso de intercambio. No es
fácil conseguir que todos los actores trabajen en una misma dirección, cuidando
los intereses de la empresa. Sin embargo, es imposible calibrar la calidad de
una dirección si antes no se tiene en cuenta los posibles errores que adulteran
el resultado.
Para analizar estos errores, y visualizar las
herramientas de organización, se debe trabajar en la parcelación de los
problemas, que pueden ser los siguientes:
Enlaces relacionados
- Dirigir bien - Amigos o negocio - Beneficios del mal ajeno - Capitalización del talento - Claves para asociarse bien |
Incapacidad
directiva. Cuando hablamos de la calidad de dirección, acostumbramos
a leer sobre cómo mejorarla, cómo lograr que ese ejercicio traiga dividendos al
negocio. Sin embargo, ese proceso de mejora pasa, indefectiblemente, por analizar
los fallos más comunes a la hora de gestionar los recursos. Uno de los
principales problemas es no saber dirigir,
lo cual lleva a establecer un sistema de gestión basada en la desorganización, la
falta de autoridad o el consentimiento del menosprecio de los trabajadores,
tanto hacia la persona como hacia el producto. Todo esto conlleva a actuar en
el mismo terreno, por lo tanto de la misma forma, que los empleados. No saber
gestionar los problemas conduce, a la larga, a un desgobierno capaz de cerrar
el camino hacia el éxito del negocio. No es el único factor, pero suele ser el
de mayor importancia y el que más rápidamente acaba con el entusiasmo del
entorno.
Efecto de amistad. Ya hemos hablado varias veces sobre esta cuestión. Rodearse de amigos, contratándoles como empleados, al principio puede parecer una solución eficaz, e incluso divertida. Pero operativamente, si no se gestiona de forma adecuada, constituyen el principal factor de fracaso. Habitualmente, la relación de cercanía se convierte en abusos, y si no se solventa a tiempo la deformación del vínculo jefe-empleado, resulta imposible imponer equilibrio en el cumplimiento de las tareas. Es decir, no se puede exigir a los amigos el cumplimiento adecuado de sus trabajos; además, suelen conocer las debilidades, lo cual les otorga una ventaja para incumplir sus cometidos.
Las ataduras resultan de emplear a personas cercanas, que en lugar de aportar algo al funcionamiento, alejan el orden y la planificación de las tareas. Aunque el problema no radica esencialmente en eso, sino en los derivados que genera. Es fácil albergar la idea de que si se les exige un cambio acaben marchándose o que una mala comunicación de las exigencias prive a la empresa de sus recursos humanos, o que la empresa no puede asumir los costes de indemnización, etc. Este miedo infundado conlleva cargar con el problema indebidamente, en lugar de tomar una decisión, asumir sus consecuencias y empezar de nuevo modificando la dinámica negativa.
Influencia familiar. La aportación de la familia, el círculo más cercano del entorno de un emprendedor, puede aportar dos tipos de relaciones cuando se trata de inmiscuirse en el negocio:
Efecto de amistad. Ya hemos hablado varias veces sobre esta cuestión. Rodearse de amigos, contratándoles como empleados, al principio puede parecer una solución eficaz, e incluso divertida. Pero operativamente, si no se gestiona de forma adecuada, constituyen el principal factor de fracaso. Habitualmente, la relación de cercanía se convierte en abusos, y si no se solventa a tiempo la deformación del vínculo jefe-empleado, resulta imposible imponer equilibrio en el cumplimiento de las tareas. Es decir, no se puede exigir a los amigos el cumplimiento adecuado de sus trabajos; además, suelen conocer las debilidades, lo cual les otorga una ventaja para incumplir sus cometidos.
Las ataduras resultan de emplear a personas cercanas, que en lugar de aportar algo al funcionamiento, alejan el orden y la planificación de las tareas. Aunque el problema no radica esencialmente en eso, sino en los derivados que genera. Es fácil albergar la idea de que si se les exige un cambio acaben marchándose o que una mala comunicación de las exigencias prive a la empresa de sus recursos humanos, o que la empresa no puede asumir los costes de indemnización, etc. Este miedo infundado conlleva cargar con el problema indebidamente, en lugar de tomar una decisión, asumir sus consecuencias y empezar de nuevo modificando la dinámica negativa.
Influencia familiar. La aportación de la familia, el círculo más cercano del entorno de un emprendedor, puede aportar dos tipos de relaciones cuando se trata de inmiscuirse en el negocio:
- Apoyar en
todo momento. Si esto ocurre, el emprendedor recibe fundamentos sanos,
limpios de contaminación, donde los familiares contribuyen con soluciones,
asesoramientos eficaces si han pasado por experiencias similares, y el desenlace
favorece el incremento de posibilidades.
- Criticar en
todo momento es un mal muy común, donde los familiares en lugar
de aportar soluciones o apoyos morales, echan en cara al emprendedor sus errores
o le culpan por no haber hecho caso a las advertencias. Es fácil encontrarse
con un familiar reprochando al emprendedor su incapacidad para dirigir o explicándole
que él lo haría mucho mejor. Es decir, cargan a la persona de culpabilidad que,
en lugar de ayudar, arrastra a la desesperación, la frustración y al falso
sentimiento de incapacidad para gestionar el negocio.
La
definición de dirigir es encaminar la
intención y las operaciones a determinado fin. Pero sin saber cómo hacerlo
o cómo impedir que el proceso fracase, es imposible llegar a ninguna parte.
Si te ha gustado este artículo, compártelo. Gracias.
Tweetear
Seguir a @RoberttiGamarra
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe un comentario. Solo pido moderación y respeto.