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Muchas empresas se quejan de la escasez de profesionales suficientemente formados en áreas como ciencia, ingeniería, medicina especializada, etc. Sin embargo, los descuidan deliberadamente, ignoran sus trabajos o desprecian sus propuestas. Ésta es una realidad innegable que debería ser corregida, para fomentar la competitividad de la que tanto se habla. Todo pasa por valorar el capital humano y por ayudarle a evolucionar, apoyando sus iniciativas, dejándole actuar y posibilitando una formación continua sin que eso repercuta negativamente en las condiciones laborales.
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Si existe un verdadero interés por promocionar y
cuidar a los profesionales de calidad, la masa de titulados en esas disciplinas
aumentará, porque los estudiantes que se encuentran en el momento de escoger un
rumbo profesional acudirán a esas carreras, conscientes de que trabajarán sin
necesidad de emigrar a otros países.
Por otro lado, es muy importante que la incorporación al mercado laboral no sea restrictiva. Aplicar sobre el terreno lo aprendido ayuda al profesional a tener contacto con nuevas técnicas, convivir con nuevos conceptos. No vale de nada aumentar el número de expertos si al final no existe posibilidad de trabajar. Y cuando los especialistas se incorporan a las empresas, éstas deben garantizarles una continuidad, deben cuidarles y apoyar sus iniciativas.
Conviene que las empresas entiendan que desprenderse del capital humano conlleva poner en marcha todo de nuevo, empezando por buscar otra pieza que encaje con sus necesidades, incorporarla al equipo de trabajo, rediseñar desde cero la política de formación, prepararla para el ejercicio de las tareas, etc.
Otro contratiempo de la readaptación del engranaje, donde la nueva pieza debe encajar y empezar a rendir sin ocasionar cambios en los hábitos de producción, es la necesidad de actualizar al equipo donde se incorpora; la estructura actual debe asimilar los conocimientos y las costumbres del nuevo elemento, para combinar adecuadamente las capacidades. Es decir, invertir tiempo y esfuerzo en una readaptación que se habría evitado conservando los recursos ya existentes.
Por todo ello, es mejor cuidar el capital humano que ya se tiene, en lugar de perderlo absurdamente.
Por otro lado, es muy importante que la incorporación al mercado laboral no sea restrictiva. Aplicar sobre el terreno lo aprendido ayuda al profesional a tener contacto con nuevas técnicas, convivir con nuevos conceptos. No vale de nada aumentar el número de expertos si al final no existe posibilidad de trabajar. Y cuando los especialistas se incorporan a las empresas, éstas deben garantizarles una continuidad, deben cuidarles y apoyar sus iniciativas.
Conviene que las empresas entiendan que desprenderse del capital humano conlleva poner en marcha todo de nuevo, empezando por buscar otra pieza que encaje con sus necesidades, incorporarla al equipo de trabajo, rediseñar desde cero la política de formación, prepararla para el ejercicio de las tareas, etc.
Otro contratiempo de la readaptación del engranaje, donde la nueva pieza debe encajar y empezar a rendir sin ocasionar cambios en los hábitos de producción, es la necesidad de actualizar al equipo donde se incorpora; la estructura actual debe asimilar los conocimientos y las costumbres del nuevo elemento, para combinar adecuadamente las capacidades. Es decir, invertir tiempo y esfuerzo en una readaptación que se habría evitado conservando los recursos ya existentes.
Por todo ello, es mejor cuidar el capital humano que ya se tiene, en lugar de perderlo absurdamente.
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