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El problema no es el rendimiento del capital humano, sino la gestión del talento por parte de las empresas. Si el objetivo es mejorar resultados, quizá la solución no sea reforzar los recursos humanos, ni ampliar el tiempo de dedicación, sino diseñar estrategias capaces de maximizar el talento de las piezas del engranaje de producción.
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El capital humano no es un factor exclusivo de
producción. Por lo tanto, concentrar todo el esfuerzo en aumentar la productividad
corporativa, puede no ser la mejor maniobra. El equilibrio entre la capacidad
de producción, el tiempo de dedicación y los procedimientos, se consigue diseñando
estrategias de trabajo capaces de ordenar y controlar toda la acción,
reforzando las áreas que son susceptibles de aportar valor añadido. Además, de
forma automática, esto alivia el gasto en inversión. Controlar minuciosamente
las tareas, así como corregir los procedimientos de peor resultado e introducir
nuevos sistemas de gestión del talento de la empresa, es una garantía de éxito.
El hecho de establecer normas comunes de actuación, donde los movimientos son controlados, corregidos y actualizados continuamente, contribuye a que los recursos humanos asuman su lugar en la cadena de producción y sean capaces de asimilar tareas más exigentes, donde el tiempo empleado es menor, aunque la capacidad para desarrollarlas crezca.
Abandonar a su antojo a los trabajadores con más recursos, sin incentivarles, ni exigirles más de lo habitual, es un descuido de costes incalculables. La pasividad conduce a la mediocridad, inhibe de competencias y de interés por progresar. Por lo tanto, es vital potenciar las capacidades, proporcionando autosuficiencia, donde cada cual se exija a sí mismo cada vez más.
Todo esto tiene mucho que ver con desarrollar competencias a través de la formación y la asignación de tareas apropiadas. Es decir, con emplear a cada profesional en el área de mejor rendimiento, sin dispersar la atención ni los conocimientos, sino potenciando las capacidades, integrándolas con las tareas más afines.
Por último, se debe promover la consideración personal, de tal forma que los trabajadores sean conscientes de que son dueños de los conocimientos que adquieren en el ejercicio de sus tareas, aunque la empresa se beneficie de ellos.
La forma de conseguir este vínculo es integrando a las personas dentro del sistema de gestión de la propia empresa, haciéndoles cómplices de las decisiones que les incumben, y desarrollando un sistema de valoración participativa, donde cada acción, cada propuesta, cada cambio sugerido por el capital humano tenga su debida consideración de parte de la dirección corporativa.
El hecho de establecer normas comunes de actuación, donde los movimientos son controlados, corregidos y actualizados continuamente, contribuye a que los recursos humanos asuman su lugar en la cadena de producción y sean capaces de asimilar tareas más exigentes, donde el tiempo empleado es menor, aunque la capacidad para desarrollarlas crezca.
Abandonar a su antojo a los trabajadores con más recursos, sin incentivarles, ni exigirles más de lo habitual, es un descuido de costes incalculables. La pasividad conduce a la mediocridad, inhibe de competencias y de interés por progresar. Por lo tanto, es vital potenciar las capacidades, proporcionando autosuficiencia, donde cada cual se exija a sí mismo cada vez más.
Todo esto tiene mucho que ver con desarrollar competencias a través de la formación y la asignación de tareas apropiadas. Es decir, con emplear a cada profesional en el área de mejor rendimiento, sin dispersar la atención ni los conocimientos, sino potenciando las capacidades, integrándolas con las tareas más afines.
Por último, se debe promover la consideración personal, de tal forma que los trabajadores sean conscientes de que son dueños de los conocimientos que adquieren en el ejercicio de sus tareas, aunque la empresa se beneficie de ellos.
La forma de conseguir este vínculo es integrando a las personas dentro del sistema de gestión de la propia empresa, haciéndoles cómplices de las decisiones que les incumben, y desarrollando un sistema de valoración participativa, donde cada acción, cada propuesta, cada cambio sugerido por el capital humano tenga su debida consideración de parte de la dirección corporativa.
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