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Este fenómeno, engañoso si se pierde la objetividad,
crea un nuevo movimiento profesional, donde nos encontramos infinidad de
personas mayores reciclándose, aprendiendo nuevas tareas en áreas laborales con
las que nunca habían tenido contacto, ya sea porque no corresponden a sus
oficios naturales o porque no las habían considerado importantes, hasta ahora.
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La cuestión es: ¿vale de algo reciclarse?
Definitivamente sí, pero sin engañarse pensando que es una garantía de
incorporación al mercado o de permanencia en el puesto para toda la vida. En
esta ocasión abordaremos el reciclaje que se lleva a cabo en la propia empresa,
optimizando los recursos de sus trabajadores. Y para que esa transformación
funcione, se debe conseguir:
1. Crear grupos de acción
donde el control del aprendizaje recaiga en los propios trabajadores, puesto
que hablan el mismo idioma, les mueven los mismos objetivos, se rigen por los
mismos procedimientos y actúan según patrones familiares parecidos. Entre
personas afines es más fácil lograr el intercambio de experiencias, el trasvase
de un sector a otro.
2. Retribuir el cambio
individual de los trabajadores, introduciendo incentivos que no estén sujetos
al factor económico, sino a promociones laborales, valores personales, etc., es
decir, crear retribuciones que actúen sobre la persona, o en el reconocimiento de
sus cualidades profesionales. Con este sistema, y de modo sencillo, se logra
formar a un trabajador en diferentes áreas sin desordenar el coste estructural.
3. Hacer que las etapas de
reciclaje sean controlables, para que el seguimiento no sea traumático ni
transmita la falsa idea de que si una persona no logra entrar en el grupo de quienes
más o mejor aprenden, se jugará su puesto de trabajo, porque eso en lugar de
motivar aviva las hostilidades y asusta a las personas.
4. Compartir los
conocimientos suele ser muy eficaz. Si el traslado de un sector otro conlleva
un proceso de aprendizaje compartido, y se evita el secuestro de la
información, se refuerzan los vínculos, todos se sienten importantes y aportan
lo máximo para alcanzar el objetivo.
5. Saber dirigir es trascendental.
Si un director crea la falsa idea de que él dirige y todos deben rendirle
cuenta, está perdido. No obstante, la tolerancia no significa conceder
privilegios que escape del control, ya que es habitual encontrarse con
trabajadores muy hábiles para aprovecharse de los pequeños detalles, y luego
resulta imposible restablecer los límites de responsabilidad y compromiso con
las tareas naturales.
6. Trabajar en la promoción
de nuevos valores, puesto que es imposible mantener eternamente el conocimiento
en la empresa. En algún momento el trabajador con conocimiento se marchará, ya
sea por edad, porque encuentra otro trabajo o decide retirarse voluntariamente.
Para esos casos debe haber un recambio eficaz que garantice a la empresa conservar
la competitividad. Y esto se consigue reciclando eficazmente a recursos que
están destinados a otras áreas.
Por todo ello, lo mejor es reciclarse, o reciclar a
los recursos disponibles, de modo que la amplitud de posibilidades sea efectiva
y conlleve responsabilidad y compromiso del trabajador con sus tareas.
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