Unos pocos sólo valen para copiar ideas ajenas.
@morguefile |
“Tienes que
registrar tus ideas”, me recomendaban siempre, alertándome sobre la, cada vez más ponderable,
capacidad de algunos para imitar a otros emprendedores o emprendimientos.
Esa nunca fue una preocupación para mí. Yo entendía el recurso de la imitación
o la copia de ideas ajenas como una muestra de incapacidad para pergeñar algo
propio y de valor. Eso hasta descubrir la incomodidad de estar siempre
expectante para no dejar una buena idea en manos de algún mediocre que intenta
sacarle partido. Sin embargo, el gran supermercado de las ideas no es ajeno a
la visita de los
aprovechadores sin escrúpulos que asumen lo ajeno como propio sin echar la
vista atrás.
El gran problema de ciertos emprendimientos es la búsqueda de apoyo o de financiación, lo cual obliga a entregar la propuesta a terceras personas y es allí donde corre el riesgo de ser aprovechada por los falsificadores sin que el resultado redunde en beneficio del creador original, y ocurre en cualquier ámbito profesional. No obstante, es importante aclarar que ésta no es una regla ineludible, aunque muchos creadores o emprendedores pueden afirmar su existencia. Es cada vez más frecuente encontrarse con iniciativas idénticas a las nuestras, desarrolladas por personas que en algún momento han tenido contacto con nuestra propuesta. En estos casos sólo queda la satisfacción de ver cómo el incompetente copia porque es incapaz de crear, mientras el verdadero innovador puede hacerlo cuántas veces se proponga.
¿Qué es más doloroso, ver cómo actúan otros con tu propuesta o, por el contrario, que te engañen para quedarse con tu idea? Esa pregunta tiene difícil respuesta. El engaño es sólo de mediocres que usan cualquier artimaña para mostrar una cosa y hacer otra, sin embargo la imitación apenas puede atribuirse a la consecuencia de una bajeza intelectual más llevadera para el creador pero, sin embargo, en cualquiera de los casos inadmisibles.
Lo peor de todo es encontrarse con personajes sin ningún pudor que copian a los autores y se vanaglorian del éxito ajeno. Otros que ni siquiera saben que copian, simplemente se los dan hecho como suyo y él se lo cree, como aquel personaje de ficción creado por Carlos Ruiz Zafón en El Juego del Ángel. ¿Es, en este último caso, menor el pecado o da igual la forma y lo que realmente importa es el resultado?
El gran problema de ciertos emprendimientos es la búsqueda de apoyo o de financiación, lo cual obliga a entregar la propuesta a terceras personas y es allí donde corre el riesgo de ser aprovechada por los falsificadores sin que el resultado redunde en beneficio del creador original, y ocurre en cualquier ámbito profesional. No obstante, es importante aclarar que ésta no es una regla ineludible, aunque muchos creadores o emprendedores pueden afirmar su existencia. Es cada vez más frecuente encontrarse con iniciativas idénticas a las nuestras, desarrolladas por personas que en algún momento han tenido contacto con nuestra propuesta. En estos casos sólo queda la satisfacción de ver cómo el incompetente copia porque es incapaz de crear, mientras el verdadero innovador puede hacerlo cuántas veces se proponga.
¿Qué es más doloroso, ver cómo actúan otros con tu propuesta o, por el contrario, que te engañen para quedarse con tu idea? Esa pregunta tiene difícil respuesta. El engaño es sólo de mediocres que usan cualquier artimaña para mostrar una cosa y hacer otra, sin embargo la imitación apenas puede atribuirse a la consecuencia de una bajeza intelectual más llevadera para el creador pero, sin embargo, en cualquiera de los casos inadmisibles.
Lo peor de todo es encontrarse con personajes sin ningún pudor que copian a los autores y se vanaglorian del éxito ajeno. Otros que ni siquiera saben que copian, simplemente se los dan hecho como suyo y él se lo cree, como aquel personaje de ficción creado por Carlos Ruiz Zafón en El Juego del Ángel. ¿Es, en este último caso, menor el pecado o da igual la forma y lo que realmente importa es el resultado?
Presentar una idea a alguien y ver que tiempo
después lo saca a la luz pública comentando como suya, es muy doloroso. Pero
quedarse con ella a buen recaudo y no sacarla a luz a tiempo, también. Entonces
¿en qué quedamos? “¡Esa idea la tenía
yo!”, exclaman algunos al ver su plan asumido por otros o “Se me han adelantado y han puesto en marcha
el negocio que tenía planeado”, se resignan otros. Esa es la razón por la
que no se puede estar tanto tiempo agazapado por la idea bajo el brazo.
Muchos tienen tanto miedo al plagio que guardan sus propuestas demasiado tiempo, y cuando las intentan hacer públicas, alguien ya las había pensado, desarrollado y aprovechado sus frutos. La capacidad intelectual del ser humano es infinita, sin embargo los parámetros sobre los que se fundamentan los acontecimientos sociales son iguales para todos, por lo que las ideas, si no se le ocurre a uno se le acaba ocurriendo a otros. La demanda social es siempre uniforme, los consumidores, con independencia de su hábito o capacidad de consumo, comparten las mismas necesidades estén donde estén.
Por lo tanto, la articulación de la oferta es muy parecida en cualquier mercado, están pensados para cubrir demandas similares, con la única diferencia del nivel de consumo, poder adquisitivo o calidad de fabricación. Por eso hay productos que no paran de viajar de continente en continente a lo largo de su ciclo de vida. ¿Qué quiere decir esto? Si eres un innovador debes tener en cuenta dos elementos: no temas el plagio o la imitación y, sobre todo, no aguardes con la idea el mejor momento, porque si lo haces puede que cuando lo quieras convertir en una propuesta ya alguien lo haya hecho.
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Muchos tienen tanto miedo al plagio que guardan sus propuestas demasiado tiempo, y cuando las intentan hacer públicas, alguien ya las había pensado, desarrollado y aprovechado sus frutos. La capacidad intelectual del ser humano es infinita, sin embargo los parámetros sobre los que se fundamentan los acontecimientos sociales son iguales para todos, por lo que las ideas, si no se le ocurre a uno se le acaba ocurriendo a otros. La demanda social es siempre uniforme, los consumidores, con independencia de su hábito o capacidad de consumo, comparten las mismas necesidades estén donde estén.
Por lo tanto, la articulación de la oferta es muy parecida en cualquier mercado, están pensados para cubrir demandas similares, con la única diferencia del nivel de consumo, poder adquisitivo o calidad de fabricación. Por eso hay productos que no paran de viajar de continente en continente a lo largo de su ciclo de vida. ¿Qué quiere decir esto? Si eres un innovador debes tener en cuenta dos elementos: no temas el plagio o la imitación y, sobre todo, no aguardes con la idea el mejor momento, porque si lo haces puede que cuando lo quieras convertir en una propuesta ya alguien lo haya hecho.
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