Autora: Irene Herrero Una colaboración para este blog
Érase una vez... un bosque
encantado en el que existía un manantial mágico al que iban a saciar su sed
todos los animales. Un sinfín de hermosas criaturas, bebían despreocupadas
y felices. Su único deseo era ayudar a todos sus compañeros del bosque que
estuvieran en apuros.
Aquella fuente natural les
proporcionaba la alegría de compartir sus días en perfecta armonía. En aquel
paraíso de verdor y aguas cristalinas, la primavera era la única estación del
año en la que llovía lo suficiente para abastecer el lugar y mantener su
hábitat hermoso y saludable.
A unas cuantas millas de
allí había un pueblo deshabitado, ocupado ahora por una banda de forajidos que
se dedicaban a matar a los animales quemando sus bosques y asaltando a todo
aquel que se cruzara en el camino.
Las gentes del lugar
estaban muy tristes y abatidas viendo como cada día que pasaba, de sus fuentes
sólo manaba un agua oscura, pesada y enfermiza. Apenas había vegetación.
El único deseo de estos
forajidos era la venganza, la destrucción, la muerte de todo aquello que
albergara un atisbo de vida, una luz de esperanza para el mundo. La semilla del
mal y la codicia de poseer el bien ajeno, habitaba en ellos y les
carcomía las entrañas día tras día.
Un buen día oyeron hablar
del bosque encantado. Sin embargo, desconocían la leyenda del manantial de los
deseos y todo lo que en él acontecía.
Atraídos por su natural
encanto y el ávido deseo de establecerse en un lugar rico y próspero, acudieron
raudos y veloces hacia aquel mágico entorno.
Después de un largo camino
entre riscos y vaguadas, llegaron al bosque encantado. Estaban sedientos y se
acercaron a beber al manantial. Pero, ¡Oh, Santo cielo! Su sorpresa fue
mayúscula al comprobar con desesperación que aquel espejo de transparentes
aguas, se transformaba en una ciénaga de arenas movedizas tragándoselos para
siempre entre el barro y el lodo.
La Madre Tierra
conoce la naturaleza de tus deseos, y te devolverá encantada cada uno de ellos
en su justa medida.
Y colorín, colorado...
Esta es una colaboración para este blog. Por lo que extiendo mi agradecimiento a Irene por habernos enviado este trabajo.
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