Autora: Irene Herrero Una colaboración para este
Érase una vez... un lugar
en un sueño en el que no existían ni relojes ni tiempos. Tan sólo una hermosa
melodía susurrante < tic, tac, tic, tac... > que iluminaba el alma cada
vez que salía del corazón de sus lugareños.
En aquel lugar reinaba la paz, el amor, la armonía y el silencio. Era un espacio de luz en el que sólo habitaban los conocedores de tan bello e inefable sonido, el cual, siempre podían escuchar en extraordinarias ocasiones para su regocijo.
En aquel lugar reinaba la paz, el amor, la armonía y el silencio. Era un espacio de luz en el que sólo habitaban los conocedores de tan bello e inefable sonido, el cual, siempre podían escuchar en extraordinarias ocasiones para su regocijo.
El viento tenía el
maravilloso privilegio de transportar aquella mágica partitura acariciando y
jugueteando con sus notas, las cuales, se escuchaban cada vez más dulces y
delicadas. Era su fiel mensajero.
Los pobladores de aquel
misterioso espacio eran llamados a vivir alejados de su entorno, para
protegerse del devastador desconocimiento existente al otro lado...
Una oscura noche, una impetuosa tormenta hizo zozobrar tanto al agitado viento y, con tal intensidad, que se le cayeron unas cuantas notas de aquella deliciosa partitura, al otro lado...
Aquella música celestial fue oída como por encanto en el mundo del tiempo y sus habitantes quedaron tan profundamente fascinados con la melodía, que quisieron medir su magia y descifrar su significado.
Su obsesión era tan exacerbada que se hacían apuestas para ver quién iba a ser el primero en descubrir aquel misterioso enigma. El más rápido sería premiado con la gran medalla de honor y condecorado como el mayor héroe del tiempo! Muchos hacían todo tipo de trampas para atrasar los relojes horas y horas hasta el último minuto, sin que nadie pudiera percatarse de los embustes cometidos en aquel malicioso lugar.
Sin embargo, lo único que conseguían era seguir escuchando la estresante letanía seca y repetitiva de sus propios relojes, minuto a minuto, segundo a segundo.
Aquellas susurrantes y misteriosas notas, fueron devueltas por el viento al lugar de los sueños donde sólo pueden habitar aquellos que poseen la partitura completa.
Nunca vayas más allá de tu propio sueño. La partitura completa sólo está destinada para quien la puede escuchar sin deseos de codicia, desde la verdadera humildad y con un corazón puro.
Y colorín, colorado...
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Una oscura noche, una impetuosa tormenta hizo zozobrar tanto al agitado viento y, con tal intensidad, que se le cayeron unas cuantas notas de aquella deliciosa partitura, al otro lado...
Aquella música celestial fue oída como por encanto en el mundo del tiempo y sus habitantes quedaron tan profundamente fascinados con la melodía, que quisieron medir su magia y descifrar su significado.
Su obsesión era tan exacerbada que se hacían apuestas para ver quién iba a ser el primero en descubrir aquel misterioso enigma. El más rápido sería premiado con la gran medalla de honor y condecorado como el mayor héroe del tiempo! Muchos hacían todo tipo de trampas para atrasar los relojes horas y horas hasta el último minuto, sin que nadie pudiera percatarse de los embustes cometidos en aquel malicioso lugar.
Sin embargo, lo único que conseguían era seguir escuchando la estresante letanía seca y repetitiva de sus propios relojes, minuto a minuto, segundo a segundo.
Aquellas susurrantes y misteriosas notas, fueron devueltas por el viento al lugar de los sueños donde sólo pueden habitar aquellos que poseen la partitura completa.
Nunca vayas más allá de tu propio sueño. La partitura completa sólo está destinada para quien la puede escuchar sin deseos de codicia, desde la verdadera humildad y con un corazón puro.
Y colorín, colorado...
Esta es una colaboración para este blog. Por lo que extiendo mi agradecimiento a Irene por habernos enviado este trabajo.
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