El silencio es más pesado que la palabra.
@morguefile |
He comprobado, en poco tiempo, que el mercado de las
personas, ese escenario de la oferta y la demanda donde los seres humanos
actualmente decidimos encontrarnos y dibujar las relaciones a medida, como son
las redes sociales, no es tan brillante como quisiéramos ni tan malo como nos
dijeron. Allí bullen las palabras, allí se viven tiempos de invenciones,
incluso pareciera que sólo triunfan quienes mejor saben marear con oratorias grandilocuentes,
sin pensar en el contenido ni en las consecuencias. Así he podido encontrarme a
personas sumamente hostiles, con independencia de sus trayectorias profesionales,
dedicación, procedencia; y del mismo modo, para mi regocijo, he topado con
gente sumamente educada, cordial, abierta, sincera, igualmente con
independencia de la procedencia, de mi procedencia, experiencia y propuesta
profesional. A eso iba, a la propuesta profesional, porque me he cruzado con quienes
prometen, critican o desmerecen; por eso he decidido disparar este dardo,
asumiendo de antemano las consecuencias.
Es natural que en ese trajín de nuevas relaciones
surjan las oportunidades profesionales. Cuando los acercamientos dibujan las posibilidades,
las ilusiones se disparan. Esa fue mi desgracia. Entusiasmado por la
posibilidad de conseguir financiación para mi iniciativa, remití una carta a un
inversor, autor de un concluyente artículo que explicaba la escasez de
proyectos significativos que pudieran ser merecedores de las inversiones que su
empresa estaba dispuesta a llevar a cabo. Esto me animó de manera especial, así
pues, le envié una carta personalizada, consciente de que mi posición en la
empresa y mi trayectoria me capacitaba para hacerlo. El resultado de esa carta
es este artículo. Este distinguido inversor ni siquiera tuvo a bien enviarme un
acuse de recibo. Comprendería si me dijera que mi propuesta no reunía la
calidad ni la trayectoria necesaria para ser merecedora de su atención. Pero
nada. No pretendo convertir esto en un producto de la indignación, porque restaría
valor al contenido, simplemente pongo sobre la mesa una realidad, la que sufren
infinidad de emprendedores a la hora de conseguir el ansiado apoyo que podría ayudarles
a poner en marcha su negocio o propuesta. No es verdad que abunden inversores
abiertamente dispuestos a ayudar a los emprendedores, como tampoco es verdad
que no haya ninguno.
Con unas pocas palabras me habría bastado. Para mí
el silencio es más pesado que la palabra, la indiferencia quema más que la
verdad, sobre todo en el mundo de la ilusión, la que lleva dentro un
emprendedor al pergeñar una idea, al prometerse a sí mismo un proyecto, al
hacer pública su propuesta. Mucho más allá de la valoración razonable, el hecho
de no recibir una respuesta lleva implícito la tristeza. Las acciones adquieren
una gran importancia cuando nos afectan directamente, cuando ponen ante
nosotros la posibilidad de morir. Por cada idea que desaparece muere una
ilusión, por cada decepción de un emprendedor muere la posibilidad de descubrir
algo nuevo.
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