Intentar imitar a un triunfador es empezar a fracasar.
@morguefile |
Ahora bien, en esa carrera sin descanso hacia el triunfo, debemos aprender a rentabilizar los recursos derivados de nuestra propia experiencia. Es crucial saber escoger los mensajes para crear un mapa de conocimientos capaz de guiarnos por el mejor trayecto.
Es por esa razón por la que a veces cuestiono que los medios prioricen noticias sobre los triunfadores, porque eso, a mi entender, contribuye a crear una falsa atmósfera de posibilidades que muchos pretenden conseguir. Sin embargo, el éxito ajeno es imposible alcanzar.
Nada es fácil, y si hemos de nutrirnos de fortalezas ajenas, menos aún. Imaginemos que nos dan a elegir entre dos cabinas de charlas. En una diserta un exitoso hombre de negocios que ha creado una única empresa, consiguiendo volverse millonario con ella. Acertó con la estrategia, el mercado, el perfil de cliente y no sufrió ningún desfallecimiento en su imparable ascenso. En la otra cabina habla un empresario que ha puesto en marcha 10 empresas, 9 de ellas cerraron a pesar de mostrar síntomas de poder aguantar los latigazos del mercado. Aunque el última sigue en pie, evidenciando posibles beneficios.
Si escogiésemos voluntariamente la mejor cabina para
asistir, ¿cuál escogeríamos? Naturalmente, 99 de cada 100 participantes escogería
la charla del hombre exitoso. El ser humano por naturaleza siempre busca el
camino más corto al éxito, como en cualquier otro ámbito de la vida. Por lo
tanto alguien que ha puesto en marcha un negocio, con el consiguiente éxito sin
parangón, pareciera la mejor referencia para aprender a triunfar. Nada más
lejos de la verdad.
No se trata de prescindir de lo que pueda decirnos
alguien que ha triunfado a la primera, porque eso no sería sensato. Simplemente
hemos de medir la calidad de la información que pueden aportar estos dos
perfiles para poner en marcha nuestra iniciativa. Como ya dijimos antes, el ser
humano por naturaleza tiende siempre a buscar el camino más corto al éxito. No
es una equivocación, sino una tendencia natural. Así ha sido siempre, y todo
está vinculado a las características del éxito que se busca, lo cual, a su vez,
está relacionado con el tamaño de la ambición de cada individuo.
En realidad medir el éxito es imposible, es como intentar definir el universo, nunca sabríamos con exactitud por dónde empezar. Pues aquí igual, habrán personas que midan la unidad de los pequeños logros, otras el conjunto de los pequeños logros, otras el conjunto de los conjuntos de los pequeños logros. Teniendo en cuenta que por naturaleza siempre buscaremos la manera más corta para recorrer la distancia de un punto a otro, cabe reconocer que entre las dos alternativas de charla siempre llamará más la atención la del hombre de éxito. Sin embargo, si pretendemos nutrirnos del aprendizaje más diversificado, quizá sea más recomendable acudir a la charla de quien ha probado el sabor del fracaso tantas veces.
En realidad medir el éxito es imposible, es como intentar definir el universo, nunca sabríamos con exactitud por dónde empezar. Pues aquí igual, habrán personas que midan la unidad de los pequeños logros, otras el conjunto de los pequeños logros, otras el conjunto de los conjuntos de los pequeños logros. Teniendo en cuenta que por naturaleza siempre buscaremos la manera más corta para recorrer la distancia de un punto a otro, cabe reconocer que entre las dos alternativas de charla siempre llamará más la atención la del hombre de éxito. Sin embargo, si pretendemos nutrirnos del aprendizaje más diversificado, quizá sea más recomendable acudir a la charla de quien ha probado el sabor del fracaso tantas veces.
Utilizar como referencia la experiencia de alguien
que ha estado inmerso en diversas iniciativas sin éxito, resultará mucho más
gratificante que hacerlo con alguien que sólo ha puesto una actividad y ha
conseguido triunfar. ¿Por qué? Debido al escaso bagaje del emprendedor exitoso
nunca sabremos si ha acertado de lleno con sus planteamientos o si su éxito se
debe sólo a un accidente del mercado que le ha favorecido. Dicho de otro modo,
no podremos aprender nada sustancial de su experiencia. Incluso diría más, un
camino hacia el éxito sin contratiempos es completamente engañoso e imposible
de imitar. No ofrece parámetros para medir la resistencia de la iniciativa a
los momentos de crisis, no aporta datos de valor para determinar qué habría
pasado si las cosas se empezasen a torcer, qué camino habría seguido. Es natural
que anide la admiración en torno a este tipo de iniciativas, porque el triunfo
es deslumbrante, genera incondicionales, alienta a la inmediata imitación. Sin
embargo, ese éxito deslumbrante es inimitable, es como un jugador de fútbol que
marca un gol por la escuadra. Ese gol ya no lo marcará nadie, muchos lo podrán
intentar, algunos conseguirán algo parecido, pero ese gol es propiedad exclusiva de quien ha marcado primero,
siquiera él mismo podría repetirlo si lo volviese a intentar.
La perspectiva cambia cuando se toma como referencia
el contenido de proyectos que no han fructificado, o que sólo han cosechado
éxitos puntuales. Porque la estela de ese tipo de emprendimientos ofrece varías
vías de aprendizaje, aporta datos sobre los fallos a evitar. Estudiar paso a
paso los procedimientos, analizar los motivos del fracaso, ayudarán a mejorar
las estrategias de acción de camino al objetivo. Podremos aprender cómo sobrevivir
a los momentos críticos, qué sentimientos afloran con el fracaso, cuáles son
las consecuencias de no conseguir los resultados esperados. En definitiva,
escuchar a un empresario que ha estado en mil batallas, nos ayudaría a entender
los posibles contratiempos, a asimilar mejor las emociones, encontrar el camino
idóneo para avanzar evitando las rutas peligrosas que nos llevarían a caer en
su mismo error.
A veces la necesidad de conseguir resultados
inmediatos nos lleva a tomar decisiones precipitadas. No es bueno intentar
imitar una iniciativa sin historia, porque no concede una ruta de escape,
impide observar con perspectiva. Si alguien quiere aprender a convivir con el
éxito, debe prepararse para vivir con el fracaso.
Seguir a @RoberttiGamarra
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